Modernización laboral

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El mercado laboral en nuestro país ha tenido un marcado dinamismo en el período pospandemia, signado por el crecimiento tanto de la tasa de empleo como de la tasa de actividad. Esto se traduce en que tenemos más personas buscando trabajo y más personas con empleo, alcanzándose seguramente el nada despreciable récord de 100.000 puestos de trabajo creados cuando se cierre el quinquenio.

El célebre “acuerdo puente” que se alcanzó en plena pandemia fue fundamental para que esta recuperación poderosa se produjera, luego de la pérdida de más de 50.000 empleos ocurrida en el quinquenio anterior. La madurez que demostraron el gobierno, las cámaras empresariales y, especialmente, el Pit-Cnt, para comprender que era necesario admitir una pérdida de salario real para priorizar el empleo, fue ejemplar y debe recordarse como un momento de entendimiento de los que enaltecen y diferencian a nuestro país en el mundo.

Por cierto que el crecimiento de las inversiones y de las exportaciones también jugó un papel relevante, especialmente en 2021 y 2022, así como es claro que a partir de 2023 y en el presente año la recuperación del consumo privado fue muy relevante. La recuperación del salario real alcanzada antes del fin del quinquenio que permitió cumplir el compromiso asumido por el gobierno en la instancia de presentación del presupuesto nacional se dio en base a las pautas planteadas y a la baja de la inflación, otro logro relevante que debe tomarse especialmente en cuenta en las nuevas pautas para los próximos años.

En base a estimaciones realizadas por CED, que pueden consultarse en nuestra web, puede demostrarse que existe una marcada relación entre la evolución del salario real, la productividad del trabajo y el empleo. Como indica cualquier manual de economía, en la realidad se cumple que cuando el salario real evoluciona por encima de la productividad del trabajo se destruye empleo, mientras que un crecimiento del salario real sustentado en el crecimiento de la productividad es perfectamente compatible con la creación de empleo. Esta es la clave y, por lo tanto, también nos indica que el principal cambio a realizar en nuestra regulación del mercado laboral pasa por incorporar la productividad en las negociaciones salariales.

Algunos de los cambios realizados en la materia durante la presente administración han sido indudablemente positivos, pero queda camino por andar. Para incorporar la productividad en las negociaciones, que es, en definitiva, incorporar realismo y justicia para tomar en cuenta las distintas características que tienen empresas y empleados, es necesario avanzar en la descentralización. Solo tomando en cuenta las características de las empresas, vale decir, su tamaño, localización, dinamismo, verbigracia, es posible tomar en cuenta la verdadera productividad de la unidad, ya que tomar en su lugar una medida más global como la productividad aparente u otras estimaciones, sencillamente no tiene sentido.

Este paso, junto a la actualización de las categorías laborales, los usos de tiempos y licencias y otros aspectos que vienen de muy atrás en el tiempo, nos permitirán mantener el dinamismo del mercado laboral en los próximos años. Sin estas reformas corremos el riesgo de no poder sostener los significativos logros de estos últimos años.

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