Mujica muestra los dientes

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Nada en una campaña presidencial está librado al azar. El que piense lo contrario es un ingenuo. Son muchos los dólares que los partidos invierten en exaltar las virtudes de sus propuestas como para no calcular una y mil veces cada movimiento que van a realizar.

La dentadura postiza de José Mujica no quedó buceando en un vaso con agua sobre la mesa de luz por casualidad. Y su dueño no apareció en la tele exhibiendo zona despoblada por un simple descuido. En cambio lo hizo por una decisión comunicacional analizada por profesionales de la propaganda, quienes habrán concluido que un Pepe desdentado y andrajoso provocaría un efecto que podría llegar a traducirse en renta electoral.

De la misma manera, unos días más tarde, entendieron que era mejor rescatar la prótesis del vaso y que el referente del MPP se mostrara con una sonrisa de dientes blancos y algún que otro afeite extra. No hay nada de malo en eso. Es el trabajo de los propagandistas. Lo que cuesta entender, y a los que simpatizan con Mujica les debe costar digerir, es que el Pepe se haya prestado a esas prácticas y que sus laderos las hayan permitido.

Ver a quien supo ser una figura tan relevante de la izquierda, incluso considerado uno de los uruguayos más conocidos en el mundo, oficiando de muñequito para un equipo de propaganda, es desolador. Una imagen que le parte el alma incluso al más acérrimo de sus críticos.

Pero, como ya fue dicho, los publicistas se dedican a eso. Lo triste es que el Pepe acceda a ocupar ese rol. Uno siempre creyó que al acercarse al final de la vida, las personas también se acercan a la sabiduría.

Por eso discuto cuando me argumentan que lo de Carolina Cosse es peor que lo de Mujica. Cosse declaró que no piensa debatir con Ripoll porque no está para el circo. Aunque debió haber dicho que “ya” no está para el circo. Que desarmó la carpa que había montado con sus enanos de la IMM porque el espectáculo era malo y no le dio resultado. Me refiero al acto que interpretó en aquella conferencia de prensa durante la sequía, cuando derramó penosas lágrimas por los niños que iban a nacer deformes a consecuencia del agua contaminada por culpa de los herreristas que gobiernan para los malla oro. O cuando apareció con muletas en el acto de cierre de campaña del FA. Si digo que el circo de Cosse es menos chocante que el de Mujica, lo hago porque entiendo que la ingeniera carece de otros recursos para calar en los votantes. Y porque nada que haga Cosse nos va a sorprender.

Es lo que hay, valor. En cambio Mujica debería estar más allá de estas mezquindades. Es muy triste que alguien que se paró frente al mundo como un guerrero de la verdad y la justicia, justo en su última batalla, se preste a estas payasadas. El teatro entero, que pendía de un hilo, se le cayó a pedazos. Ahora, ¿qué es lo que pensó el responsable de pergeñar las escenas de los dientes postizos del Pepe y las lágrimas de Cosse? ¿Que el voto es una lismona? ¿Que los uruguayos votamos por lástima?

Desde las filas de izquierda criticaron duramente a Graciela Bianchi por señalar la lamentable opereta que tuvo a Mujica de protagonista. Y lo hicieron porque la senadora dejó en evidencia lo que es evidente: que el Frente Amplio está dispuesto a todo para recuperar el poder.

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