Mutación encubierta

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Voy a abordar hoy un asunto importante pero poco aludido de la realidad política del país. Existe un tipo de transformaciones sociales que se produce visiblemente. Otros cambios se dan poco a poco y por eso no se notan. Este es uno.

En un momento dado, un par de años atrás, el partido político más numeroso del Uruguay decidió confiar su presidencia a un dirigente sindical. Ese cargo -la Presidencia del Frente Amplio- fue de importancia muy secundaria mientras vivían y actuaban las figuras políticas que mandaban por sí mismas, independientemente del cargo que tuviesen: me refiero a Tabaré Vázquez, Mujica y Astori. Los presidentes del Frente Amplio anteriores al actual fueron figuras decorativas; el actual, Fernando Pereira, importado de las filas sindicales, no lo es; las cosas han cambiado.

Huelga señalar que la cabeza sindical no es igual a la cabeza política. Los puntos de vista, las destrezas necesarias, los contactos y hasta las mañas en el ejercicio de la respectiva función son diferentes en uno u otro escenario. Argumentar que todos los dirigentes sindicales son frentistas no borra la diferencia.

Las razones o los motivos que operaron en la interna del actor político Frente Amplio para no designar como presidente a nadie de sus filas e irlo a buscar afuera, en las filas de la dirigencia sindical, me son desconocidas. Pero han quedado a la vista algunos episodios en los que la fuerza sindical -el Pit-Cnt- ha empujado a la fuerza política -Frente Amplio- hacia donde esta no quería ir.

Conviene analizar ese no querer ir. Se ha dado en dos casos: el de impulsar un plebiscito para derogar la reforma del sistema jubilatorio y el de impulsar una manifestación callejera o concentración de masas contra la corrupción.

En ambos casos la postura sindical ha empujado a la dirigencia política. Los dirigentes políticos del Frente perciben -creo que con acierto- que ambas iniciativas sindicales traen consigo perjuicios políticos y electorales.

Debe tomarse en cuenta lo siguiente: el Pit-Cnt no compite, no tiene rivales, puede hacer lo que quiera sin riesgo alguno. El Frente Amplio, en cambio, tiene siempre por delante una competencia donde los errores son capitalizados por otros contendientes (los otros Partidos). Esta es una diferencia fundamental. Esto explica por qué la cabeza del sindicalista funciona distinto de la cabeza del político.

Hilando un poco más fino se llega a percibir que en los dos casos de conflicto -el plebiscito contra la reforma del BPS y la convocatoria a una manifestación en la calle- hay un impulso desdeñoso de la política. La convocatoria al plebiscito es un rechazo a una ley discutida y votada en el Parlamento, epicentro este de la política. La convocatoria a la manifestación callejera es una negación directa de la política, es el recurso a la pesada, táctica habitual del sindicalismo uruguayo.

Es casi un lugar común reconocer hoy una mengua de respeto hacia la democracia como sistema y una progresiva desvalorización de los partidos políticos. Si miramos a nuestra realidad actual el lugar común cobra forma de alerta. El partido político más numeroso del Uruguay está sufriendo una transformación enorme.

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