Naturalizando la chatarra

¿Estar en campaña electoral, es causa suficiente para “entender” el bajo nivel de los políticos con sus estridencias y frivolidades habituales?.

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En tiempos de campaña electoral estamos sometidos a un constante bombardeo de información y análisis de especialistas. La enorme mayoría de la información revelada y analizada tiene como fuente a los propios protagonistas de las campañas electorales que se encuentran en el tradicional frenesí electoral.

La elección interna magnifica el frenesí; la variedad y cantidad de candidatos, disputando espacios en la agenda de comunicación, provoca la pérdida de calidad en favor de la frivolidad y estridencia.

En este marco complejo y de alta intensidad de asuntos intrascendentes, dolorosamente vemos cómo algunos actores centrales de la opinión pública naturalizan y legitiman lo que podríamos denominar “política chatarra”.

El episodio de los supuestos motivos del señor Gustavo Zubía para retirar su candidatura en beneficio de la candidatura del señor Andrés Ojeda, es un ejemplo de la naturalización y legitimación de una conducta que desde la ética política debiera ser absolutamente reprobable. Sin embargo, hemos visto como importantes analistas, devenidos en expertos de la realidad material de los acontecimientos, la naturalizan y legitiman.

El cuestionamiento no es al señor Zubía que ha fundamentado su apoyo al candidato Ojeda en una visión de cómo evolucionaría el Partido Colorado en caso de obtener la victoria Robert Silva. Si bien, me encuentro muy lejano de las visiones del señor Zubía, debemos reconocer que este ha construido una plataforma argumental política e ideológica para la decisión y ello fue lo que manifestó a la opinión pública para fundamentar su apoyo. Complementariamente, se refirió expresamente a los términos económicos del acuerdo, entendiéndolos como las colaboraciones habituales para alianzas de estas características.

Nuestra preocupación y cuestionamiento se refiere a aquellos analistas y periodistas que, afirmando que las motivaciones del señor Zubía fueron económicas, en una especie de puja por fondos entre distintos candidatos, naturalizan y legitiman un proceso de decisión fundamentado en un remate al mejor postor. Una vez que nos informan sobre tales hechos y motivaciones, nos manifiestan en “prime time” a toda la audiencia, que tales supuestas conductas; “son parte del sistema y están bien”.

Esa afirmación, así como la validación expresa o tácita en diversos análisis de las referidas prácticas, generan cultura y validan como algo normal, legítimo y correcto, que un político decida su peripecia según quién aporta más dinero para su campaña.

De manera concordante la afirmación “es parte del sistema y está bien” incurre en una generalización falaz sobre nuestro sistema político. Es falso decir que nuestros políticos resuelven su destino principalmente por motivos de financiación de campaña, y también es falso manifestar que sea una práctica pacíficamente aceptada. Por el contrario, en todos los partidos políticos existen en cada campaña electoral, fuertes intercambios, cuestionamientos y acusaciones, por temas vinculados al financiamiento y cómo ello deriva en decisiones políticas. En consecuencia, que sea una práctica real y que no sorprende no significa que sea pacíficamente aceptada y validada por nuestro sistema político y mucho menos por la ciudadanía.

Naturalizarla y legitimarla frente a la ciudadanía, como si fuese un elemento de mero trámite, nos aleja del “deber ser”, nos aleja de ser una mejor sociedad, e incurre en que el segmento de la política que actúa de manera indecorosa es envalentonado, porque en “prime time”, un conocido periodista, manifiesta que es normal y esta bien tomar una decisión política motivado por quién ofreció más dinero.

El señor Zubía debería estar gravemente ofendido con quienes adjudican su decisión a motivos económicos. La política no es un mercado persa, o al menos no lo debería ser.

No somos ingenuos y sabemos que la política tiene diversos componentes, entre ellos el económico. También hay cierto consenso de los expertos sobre que, a los políticos en campaña, triste y lamentablemente, debemos bajarles aún más la vara de exigencia.

Si analistas y periodistas que se encuentran por fuera del juego político no son capaces de cuestionar prácticas que de generalizarse solo destruirían nuestro sistema de partidos e instituciones, realmente nos encontramos en un grave problema. Es necesario realizar modelos de razonamiento básicos para lograr alcanzar ciertos niveles de ética, que hoy podrían ser calificados como de mera sobrevivencia. A modo de ejemplo, si todos los candidatos a cargos electorales eligieran su camino político según el mejor postor, estaríamos frente a un mejor o peor sistema político, la institucionalidad del Uruguay sería mejor o peor.

¿Estar en campaña electoral, es causa suficiente para “entender” el bajo nivel de los políticos con sus estridencias y frivolidades habituales? O debemos, en cada instancia que se pueda, seguir exigiendo levantar la mirada para alcanzar un nivel de debate sustancioso y al mismo tiempo premiar con exposición a aquellos que sí levantan la mirada.

Cuestionar lo que sucede en la realidad, observar cuál sería la consecuencia de la generalización de una práctica, aspirar a un “deber ser”, es una tarea central de quienes analizan y opinan. De lo contrario el “juego político” y “es como funciona el sistema” tendrán la capacidad de legitimar conductas que provocan un enorme daño a nuestra sociedad.

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