Alexei Navalny no es el único prisionero político en Rusia, pero, sin duda, es el más célebre y al que más le teme Vladimir Putin. Navalny, quien está encarcelado desde 2021 sin juicios con las mínimas garantías procesales, permaneció en paradero desconocido durante más de dos semanas. Su desaparición de una cárcel de máxima seguridad a 235 kilómetros de Moscú se produjo a principios de diciembre y ni su familia ni sus abogados recibían información sobre su paradero.
A Putin y su entorno nada les gustaría más que deshacerse de una vez de la figura más incómoda para ellos porque, a estas alturas, la suya es una cause célèbre, lo que, a su vez, les dificulta eliminarlo sin que ello tenga consecuencias. Tras semanas de angustia, finalmente se supo dónde estaba Navalny: fue llevado a una colonia penal en Siberia, situada al norte del Círculo Polar Ártico. La prisión, conocida como Lobo Polar, está en una zona con hielo perenne. Por si fuera poco, las condiciones son deplorables, incluyendo torturas y golpizas.
Poco antes del traslado, desde la Fundación Anticorrupción, dirigida por Navalny, se lanzó una campaña que denunciaba la intención de Putin de perpetuarse en el poder, si se presenta a la reelección en marzo de 2024. Era algo que el mandatario ruso pensaba anunciar y, desde el presidio político, su adversario dirigió la operación, alertando a la población de lo que significaría que se mantuviera en el Kremlin, hasta al menos 2030, el dirigente que los ha llevado a una guerra con Ucrania que parece no tener fin y que es producto del delirio imperial del presidente ruso. El castigo por esta audaz acción no se hizo esperar: ahora Navalny es un preso más en esta colonia penal que se inauguró bajo Stalin, como parte de la extensa red de Gulags que el estalinismo estableció para encerrar y diezmar a quienes se atrevieran a disentir del sistema comunista.
Además de su astucia política y su inmensa capacidad de resistencia, Navalny esgrime otra arma poderosa que no posee Putin. Hasta en los momentos de mayor adversidad ha exhibido una afilada ironía. Por medio de la red social X (antes, Twitter), ha manifestado que se siente como Papá Noel en calidad de habitante del Polo Ártico.
Mientras Navalny libra esta batalla contra el autócrata Putin, este mes de diciembre se cumplen 50 años de la publicación de la primera edición de Archipiélago Gulag, la obra cumbre de Aleksander Solzhenitsin, que le desveló al mundo los horrores del Gulag político soviético que el Premio Nobel de Literatura sufrió en sus propias carnes. Cuando las dos primeras partes de aquel monumental trabajo fueron editadas en ruso en París -poco después se tradujeron a varios idiomas-, fue toda una sacudida en las conciencias de tantos que habían justificado una Revolución, que acabó en una larga y cruel dictadura colectivista. En 1974 Solzhenitsin fue desterrado de su país.
Es un buen momento para recordar la importancia del Archipiélago Gulag porque a la vista está que en Rusia gobierna un déspota que se lleva por delante a enemigos grandes y pequeños. Alexi Navalny ahora pasa sus días y sus noches en el temido Lobo Polar. Solzhenitsin le dedicó su libro a “todos aquellos a los que no les alcanzó la vida para contar esto”. Ojalá Navalny llegue a contar en libertad todo lo que le ha tocado padecer bajo el mandato implacable de Putin.