Ni Maracaná ni Suiza de América

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Los uruguayos tenemos un serio problema de nostalgia. Seguimos aferrados al Mundial del 50 y al Maracaná, o a que fuimos la Suiza de América con altos niveles de desarrollo y educación de la población. Esa nostalgia nos encandila. No sólo ya no lo somos, sino que estamos cada vez peor y la creencia de que seguimos en el pasado nos condiciona a hacer algo al respecto.

La criminalidad es otro ejemplo. Los uruguayos creemos que nuestro país es mucho más seguro que el de nuestros vecinos. Pues señores, estamos equivocados. Según los datos de las fiscalías de los diferentes países, Uruguay tuvo el año pasado 11 homicidios cada 100mil habitantes, frente a Argentina que estuvo en el entorno de 4. La tendencia en nuestro país es creciente, con casi el doble de homicidios que en 2011, cuando rondábamos el promedio mundial. Si lo miramos por ciudades, Montevideo tiene la misma tasa de homicidios que el resto del país, llegando a 30 cada 100mil habitantes en las zonas perifericas de la ciudad, mientras que Buenos Aires el año pasado no llegó a niveles de 3 y Santiago de Chile de 7. Ser un país con buen nivel de desarrollo respecto a otros y contar con una mayor red de protección social no nos sirvió de contención al problema. Tampoco le podemos echar la culpa a cambios en valores o en la educación, que sin dudas pueden explicar parte del fenómeno, porque cambios abruptos y tan concentrados geográficamente no se pueden justificar por factores relativamente constantes en el tiempo. Pero, si bien diferentes estudios concluyen que la violencia no es inherente al tráfico de drogas, sí es una externalidad de ésta por la búsqueda de mayor control territorial. Por ende, sí está fuertemente asociada a la criminalidad organizada y a las disputas territoriales.

Hoy, Uruguay es el mayor consumidor de cocaína per cápita de Latinoamérica y uno de los mayores del mundo. Pero además, en las últimas décadas ha visto incrementada su participación como punto de salida de la ruta narco. A medida que empezaron a aumentar los controles en las rutas tradicionales, se desarrollaron rutas alternativas que no tenía una imagen asociada al narcotráfico, y por ende, estaban menos controlados, como Uruguay.

Diferentes estudios y especialistas en el área son concluyentes: Uruguay necesita una estrategia coordinada y efectiva para combatir el problema, y para ello se precisan actores políticos que la articulen. Desde hace más de 10 años se combate el delito únicamente con una policía más eficiente y numerosa y penas más largas, lo que da como resultado un aumento de la población carcelaria. El resultado es un mayor caldo de cultivo para el crimen organizado. Es necesario que el sistema político encare este tema, como tantos otros que requieren medidas estructurales, cuyos costos son altos e inmediatos y los resultados recién se ven a largo plazo, de una manera diferente. No puede ser un tema de disputa de partidos en año pre-electoral, sino todo lo contrario. Es necesario profundizar los canales de diálogo dentro de la política, con el apoyo del sector privado y la academia, para pensar, como diría Churchill, en la próxima generación y no en la próxima elección.

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Isabelle Chaquiriand

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