El lunes pasado, cuando el senador Manini Ríos comenzó a leer la declaración de Cabildo Abierto, le dije a mi esposa: “se van”. No cabía otra; Fernando Pereyra: se quedó sin discurso, me dije.
Cinco minutos después cuando leyó que seguían en la coalición, mi comentario fue: “los echan”. Ni una cosa ni la otra. En menos de 15 minutos me equivoqué feo dos veces.
He leído varias interpretaciones: que Manini se sacó el gusto, que el presidente salió fortalecido, que lo positivo es que se salvó a la coalición. Y el elocuente silencio del FA.
Que se sacó el gusto, sin dudas. Para lo del fortalecimiento del presidente tuve que pedir ayuda; consulté a expertos que me lo explicaron:
Manini tiene un rechazo de la gente cercano al 70%; que él te increpe juega a tu favor. El Presidente, que tiene un fuerte apoyo de la ciudadanía, en el caso concreto lo que hizo fue actuar con firmeza ante a un abuso. Y eso se ve. Y entonces ¿por qué no se fueron?
Porque Manini tiene un nicho de apoyo fuerte del l5 al 20% de la gente y eso se traduce en muchos votos. La coalición necesita contabilizarlos en su cuenta. Y por su lado CA no puede perder las posiciones de gobierno: son más de 50 cargos y su entorno, sin los cuales la reafirmación del movimiento se hace cuesta arriba. Como se ve, las matemáticas son una ciencia exacta.
Que más puedo decir; no quiero equivocarme otra vez. Además hay otros temas. La renuncia de Santiago González, por ejemplo.
Pienso que es ridículo que el ministro del Interior y las jerarquías políticas del ministerio no puedan atenderse en el Hospital Policial. Creo que deberían hacerlo, hasta por razones de seguridad. El Ministro del Interior, jefe de todos los policías, sacando numero en la mutualista y esperando a que lo llame el médico. Se dirá que manda a un funcionario a hacerle la gestión y que lo harían pasar primero. También estarían usando de privilegios.
Pero la cuestión es que no hay norma que los ampare. Y los funcionarios no pueden decir esto es mío y lo uso como quiero; y menos creérselo. Conclusión: “lo que está mal esta mal”, como dijo González en su renuncia. Su acto lo dignifica, de la misma manera que igual actitud dignificó a Luis Calabria cuando renunció a la Dirección General.
Marca a su vez una actitud y un estilo. Con un criterio diferente, por cierto, que el que aplica la oposición.
El gobierno tendría que haberse avivado y no tomar medidas ni aceptar renuncias hasta que se expida la justicia.
Cuando se destapó lo del senador Charles Carrera, -que no es chico, algo más que una OXA B12- el expresidente José Mujica, baquiano viejo, no quiso hablar del tema -era difícil de levantar- y se limitó a decir, está en la justicia, dejemos que actúe la justicia. Y ahí está lo de Carrera, sin que se tengan noticias de la fiscalía. Y el senador quietito. Ni habla de renunciar. Lo de González y Calabria fueron insignificancias al lado de lo suyo. Pasa como con el caso del Antel Arena, parece que siempre le tocan fiscales lentos. Bah... no siempre, mira Leal, el antecesor de González en Interior, vino una nueva fiscal y lo resolvió de un plumazo y en un día. Y nos quedamos sin saber el motivo de su peregrinación por el camino al Chuy.
“Son todos iguales”, es el argumento más usado cuando los hechos son inapelables. pero eso no es así. No es lo mismo, es diferente, como se está viendo.