A riesgo de caer en algún lugar común escribo estas líneas tratando de ayudar a entender lo que se viene a partir del lunes, gane quien gane. Pasado mañana elegimos gobierno y todo será euforia, alegría, llanto y lamento. Pero a la mañana siguiente el gobierno y la oposición electa tendrán que guardar toda la sobreactuación electoral y focalizarse en la nueva etapa que se abre. Parece claro que el escenario que enfrentará el nuevo presidente de la República será relativamente novedoso. Sin mayorías parlamentarias toca-rá conversar mucho y tratar de poner-se de acuerdo. Pero no dramaticemos que esto es Uruguay y la sangre no llega al río.
Primero dar un poco de contexto. Ni es la primera vez, ni es el fin del mundo porque el gobierno que sea electo no tenga un respaldo parlamentario mayoritario propio. Sin dudas es bien distintos a los últimos cuatro perío- dos pero varios gobiernos ya tuvieron que pasar por esto sin mayores traumas. Desde la vuelta de la democracia a más de uno le tocó gobernar, al menos una parte de su período en estas condiciones.
En particular, creo que las miradas que ponen demasiado énfasis en la ausencia de mayoría pecan de algo muy común en los políticos. Ellos, y especialmente los parlamentarios, suelen exagerar la importancia de las leyes. Muchos de ellos creen que el mundo cambia aprobando una ley, cuando en la práctica sabemos de muchas leyes que son letra muerta.
Las normas legales son importantes pero no necesariamente más es mejor. El poder ejecutivo puede impulsar una enorme cantidad de transformaciones que no requieren cambios legales. Implementando normas que ya existen, reglamentándolas o simplemente impulsando mejoras de gestión y nuevos programas en marcos ya existentes. Se tendrán que poner de acuerdo para sacar el presupuesto y las rendiciones de cuentas, pero la mayoría de la agenda política de cualquiera de las dos coaliciones se puede llevar adelante sin la necesidad de crear nuevas leyes.
Pero además, ¿alguien cree que la futura oposición, sea cual sea, rechazará votar (y quedará como responsable) un aumento del presupuesto para realizar más escuelas de tiempo completo? ¿Alguien cree que iniciativas que estaban en ambos programas de gobierno que requieran ley (como darle al INR un nuevo marco institucional por fuera del Ministerio del Interior) no podrán ser aprobadas?
Que en los últimos años hayamos visto gobiernos con mayorías parlamentarias propias sólidas no quiere decir que sea la única forma de gobernar el país. Sin dudas será diferente y el próximo presidente tendrá desafíos que no habíamos visto recientemente, pero ya veremos que la vida sigue.
Por último, más equivocados aún que los que dramatizan con la ausencia de mayorías parlamentarias, están los que creen que esto tiene algún impacto electoral. Sabemos con precisión que el ciudadano verdaderamente indeciso es un ciudadano muy poco politizado y apenas tiene una idea de cómo salió la primera vuelta. Suponer que las sofisticadas conjeturas sobre la gobernabilidad parlamentaria tienen alguna relevancia en su decisión raya la ridiculez.
En un escenario relativamente nuevo, el lunes un presidente electo comenzará una transición sin mayores dramas.