Una encuesta reciente de la consultora Equipos arroja datos sorprendentes, pero también muy preocupantes, sobre la cultura democrática de nuestro país.
No hay tema más trascendente hoy para el Uruguay que la reforma constitucional sobre la seguridad social que promueve el FAPIT.
Más allá de la opinión que podamos tener sobre la elección de adjetivos que hagan dirigentes de uno y otro lado, el impacto económico es enorme y, aunque menos mencionado el jurídico también y el político, ni te digo.
Sin embargo, Equipos consigna que un 70% de los orientales encuestados ignoran el asunto. Un 39% dice que, si bien escuchó hablar de él, no tiene una idea clara y, lo que es aún peor, un 31% manifiesta ¡no haber escuchado hablar del tema!
Entonces, a mes y poco de la fecha en que el electorado tenga que decidirse y decidir sobre algo que puede marcar un quiebre en el panorama económico y social del país, una enorme mayoría no parece haber hecho un esfuerzo mínimo por enterarse. Porque si de algo se habla en el Uruguay es del tema de la seguridad social.
Este hecho gatilla algunas reflexiones trascendentales acerca de nuestra sociedad.
Para empezar, revela un bajísimo nivel de incidencia de los medios clásicos de comunicación, ya no sólo sobre las opiniones de la gente, sino -peor- sobre su llegada a ella. Es imposible no concluir que en ese altísimo porcentaje de personas desinformadas hay, a su vez, un elevado porcentaje que no lee, no escucha y no mira, prensa, radio y televisión. ¿Qué fue del famoso Cuarto Poder?
Aquí, obviamente, debe estar jugando el fenómeno de las redes: personas que se informan (o creen que se informan) exclusivamente a través de las redes. Porque nadie que lea diarios, escuche radio y vea televisión, puede decir que no ha escuchado (leído) hablar del tema de la seguridad social.
El mismo razonamiento lleva a concluir que el liderazgo político en el Uruguay está en similar decadencia. ¿Cómo es posible que, estando todos los candidatos a presidente y el grueso de los candidatos a legislador en contra de la reforma, el resultado de su liderazgo sea una colosal indiferencia? Un 70% simplemente no les da bola. Eso es gravísimo.
Dicho sea de paso, lo mismo se puede decir de la dirigencia empresarial y de la sociedad civil.
Todo lo cual decanta en un juicio sobre nuestra Democracia -de la cual tanto hablamos y tanto nos enorgullecemos- que debe alarmarnos.
La Democracia no funciona sobre la base de la ignorancia y el desinterés de sus ciudadanos y la inefectividad de sus partidos y líderes políticos. En la Democracia, como en el universo, no hay espacios vacíos: si alguno no marca su presencia, otro vendrá y ocupará su lugar.
Miremos lo que está sucediendo: esta iniciativa nació en algunos sindicatos integrantes del PIT, (tres: los de OSE, el BPS y Metalúrgicos). Una minoría dentro del movimiento.
Esa minoría arrastró a toda la dirigencia sindical, (con un Partido Comunista en el centro, dividido), que temió más el quedar mal parada, que hacerle un daño enorme al país y fue el PIT que replicó esa presión sobre el Frente Amplio, condicionándolo.
Pues, esas minorías, en sí poco democráticas, están poniendo al país de cara a una crisis, primero por la cobardía de las dirigencias mayoritarias de la izquierda, (a no engañarse, lo de la “libertad de acción” es un acto de cobardía) y ahora, por la apatía de la gente.
La Democracia no es un privilegio que nos ha sido dado y que se las arregla sola. Ya vimos la experiencia de lo que ocurre cuando se responde a minorías con indiferencia y egoísmo.
Irónicamente, los mayores grados de indiferencia parecen darse en los estratos más jóvenes de la población, cuando son precisamente ellos quienes sufrirán el grueso del impacto si se aprueba el invento del FAPIT. Porque hay un factor adicional que tampoco parece estar presente en la conciencia de mucha gente: lo que está en juego es una reforma constitucional: algo que es dificilísimo de desarmar. Para cuando la gente empiece a sentir el impacto del invento, no habrá marcha atrás posible.