En filas oficialistas estamos viendo cataratas de explicaciones, algunas más inteligentes y otras más bien burdos lugares comunes de bar; que intentan descifrar el resultado del domingo. “Faltó estar en los barrios”, “el problema es que ellos están más organizados”, “el tema es que no sabemos comunicar”, “faltó repartir más plata”, “faltó combatir más en el terreno ideológico”.
Varias de las explicaciones tienen algo de cierto, pero creo que se olvidan de algo sustancial: el resultado es consistente con lo que las encuestas mostraban desde hace mucho. “Elección pareja con leve ventaja para el Frente Amplio” pronosticaba Ignacio Zuasnabar desde hace varios años.
El resultado no estaba determinado, era una elección competitiva. Pero mucho de lo que sucedió tiene fundamentos anteriores a la campaña. Las encuestas mostraban desde hace mucho tres elementos bien claros: uno, el FA marcaba muy por arriba con respecto a cinco años antes. Dos, el presidente Lacalle Pou tuvo niveles altos de popularidad durante toda la gestión. Tercero, Yamandú Orsi tenía bajos niveles de rechazo y altos de simpatía, incluso dentro del electorado oficialista.
Personalmente buscaría la clave de la derrota en el sector pequeño pero determinante de personas que aprueban al presidente pero no votaron a la coalición el domingo. No son fanáticos, sino personas poco politizadas que cruzan sin demasiado drama y hacen lecturas que los politizados calificaríamos de contradictorias.
El comando del candidato ganador, hábilmente guardó los pasacalles de “El gobierno fracasó” y optó por una campaña a favor del bien y en contra del mal. Desmarcándose de todas las cosas polémicas escritas por la orgánica, llegó a la semana final enfatizando la importancia de la represión para la seguridad, comprometiéndose a no subir impuestos y reivindicando el valor de las iglesias por sobre el Estado para muchas políticas sociales. Una oda al centro político y a la uruguayez.
Si tuviera que poner dos razones de por qué estos “simpatizantes de Lacalle Pou” no votaron a la coalición, daría una más coyuntural y una más estructural. La primera es que si bien tuvimos una elección sin clima de cambio también fue una sin miedo a nadie, y el Frente Amplio fue exitoso haciendo una campaña poco confrontativa con un abanderado que no parece radical, no da miedo.
La segunda razón, más estructural, es que tenemos un sector de la opinión pública que más allá de valorar este gobierno, aún conecta muy bien con el sentido común del FA. Muchas personas bien insatisfechas con el gobierno anterior volvieron a declarar que votarían al Frente Amplio ya al arranque de esta gestión, y sin desaprobar a Lacalle Pou. Algo así como “esto está bien, pero conecto más con la cosmovisión del mundo del FA”.
Las razones dan para largo pero creo que, como escribió el amigo Martín Aguirre hace unos días, hay que buscarlas más en la cultura social que en el análisis de pequeñas decisiones de campaña o de la gestión.
Por último no nos pasemos de rosca con las conclusiones. El electorado se movió muy poco, la estructura política sigue siendo básicamente la misma. Entender el valor de la templanza parece una buena idea tanto para uno como para otros. Nada es definitivo.