Los primeros resultados del Censo han causado una saludable discusión y llevado a la presentación de una variedad de propuestas. Pero no debemos entusiasmarnos demasiado. El tamaño de la población oriental, su estructura y dinámica es uno de esos temas latentes eternos en la agenda de la discusión pública nacional. Esos asuntos que, de tiempo en tiempo, emergen en la agenda del debate político para luego ser olvidados hasta el próximo brote de interés. Que será igual de efímero. Las soluciones que se proponen tampoco son demasiado originales.
Pero no somos los únicos que nos preocupamos por estos temas. Hace unos días el líder de Corea del Norte, Kim-Jong-Un, derramó unas cuantas lágrimas durante la V Conferencia Nacional de Madres en la capital de ese país, al informar sobre una disminución de las tasas de natalidad de 1,8 nacimientos en el año 2014 a 1,8 nacimientos en 2023.
Corea del Norte es un país que no publica sus estadísticas (si es que las tiene). A tal extremo que en la tabla del Índice de Desarrollo Humano que lleva el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo se lo incluye en una clase especial de “otros países o territorios” junto con Nauru y Somalia. Se estima que su población asciende a 25,9 millones de habitantes.
Corea del Sur, en cambio, tiene 51,8 millones de habitantes y una tasa de natalidad mucho más baja, 0.78/año. Ello no le impide ocupar el lugar 19 en el Índice de Desarrollo Humano.
Ergo, la tasa de natalidad tiende a bajar a medida que mejora el nivel de vida de los países. Es una constante demográfica y responde a la evolución cultural de las sociedades a medida que se expande la educación y mejoran los niveles de vida.
Otro dato que debe analizarse con más cuidado es el tamaño de la población. De los quince países que ocupan los primeros lugares del ranking del Índice de Desarrollo Humano, seis tienen una población de menos de seis millones de habitantes (Noruega, Islandia, Dinamarca, Irlanda, Finlandia y Nueva Zelanda). Uno de estos, Islandia, tiene 376 mil habitantes y ocupa el tercer lugar en el índice. Nueva Zelanda tiene 5,2 millones de habitantes (lugar 13). El grado de desarrollo humano de un país no es directamente proporcional a su población.
Otro factor que se menciona es la inmigración. Pero, la tendencia de largo plazo en nuestra sociedad es ser un país de emigración, no de inmigración.
La clave del desarrollo, entonces, no se encontraría ni en el número de habitantes, ni en su tasa de natalidad ni en la inmigración. ¿Quizás tenga algo que ver con un elemento cualitativo: la cultura de la sociedad? ¿La calidad de su enseñanza?
Según el mismo Índice, Noruega, Islandia, Dinamarca y Finlandia tienen en torno en 13 años promedio de enseñanza. Nuestro país (lugar 58 de la tabla), tiene 9,0 años de promedio. Algo parecido sucede, por ejemplo, con los rankings de las universidades. Todas esas estadísticas ponen énfasis en la interacción que existe entre la inversión en el desarrollo de la enseñanza (en cobertura y calidad) y el desarrollo humano de la sociedad.
Vivimos en la era del conocimiento. El elemento estratégico no es la cantidad de habitantes, sino su calidad. Basta con ser, como decían en las guerras del siglo XIX, “pocos, pero bien montaos…”