El domingo pasado fue el debate. El jueves próximo ya no se puede hablar y el 24 se acaba la ficción. Se ha dicho tanta cosa sobre esta campaña y la opción que pone por delante, pero mucho ha sido cháchara, lugares comunes. No hay más chances. Es hora de decir las cosas como son. De meditar sobre la situación del país y sobre el peso específico de los dos candidatos. No hay misterios.
El debate no fue debate -como todos anticipamos- pero sí sirvió para poner en evidencia algunas cosas básicas. Nada sorpresivas.
Cuando el Sr. Orsi, visiblemente nervioso, arranca su presentación diciendo que el país está estancado (“en pedazos” había sido su apreciación anterior), para luego proponer como solución un cambio “no radical”, liquidó cualquier duda acerca de su calibre presidencial: ¡qué pobre! O está todo horrible y hay que meter el bisturí a fondo, o lo mejor es no hacer grandes cambios. Y si tiene miedo de asustar a la gente con propuestas removedoras, más vale que dejen gobernar a los que han hecho las cosas de tal forma que es mejor no tocarlas.
Por si quedaban dudas del nivel de conocimiento de la realidad y profundidad de las propuestas, el Sr. Orsi se concentró en una idea revolucionaria: iluminar canchas de fútbol en todo el país. Patético. Pero no inesperado.
Toda la campaña del Sr. Orsi confirman que, siendo una buena persona, no está capacitado para gobernar el país. Entre otras cosas, porque no está capacitado para gobernar al FA. Con lo cual, y como en política no hay espacios vacíos, si el Sr. Orsi llegara a ganar el balotaje, otro será quien gobierne. Y ya está clarísimo quién sería. Ser Intendente no es poca cosa. Pero muy poco tiene que ver con el gobierno de todo el país.
La otra opción es Delgado. Dicen que “no enamoró”, “que no enciende corazones”. Puede ser.
Ahora, imaginando que me ausento del país por cinco años y que tengo que dejarle mi patrimonio a alguien para que me lo cuide, ¿a quién se lo dejaría? Ni dudarlo. Si tuviera que tomar un gerente general para una empresa grande y compleja, ¿a quién elegiría? Ni dudarlo.
A quien demostró capacidad, dedicación, seriedad, solidez, honestidad y lucidez para entender el país y tener el carácter necesario para tomar decisiones. Al que durante cinco años lo recorrió. Al que ha mostrado ideas claras, pensamiento propio y carácter. Al que tiene un equipo de gente, conocida y probada, apta para formar un gobierno. A quien sabemos que es él quien gobernará.
Si gana el Sr. Orsi, solo sabemos con certeza que no será él quien gobierne. Orsi promete algo extraño: un cambio que no cambiará nada de fondo. Un absurdo. ¿Por qué promete eso? Porque es el mascarón de proa de un barco manejado por otros.
Por eso es que no le dejan hablar mucho y cuando lo hace, tiene que tratar de explicar por qué lo que dice Sánchez, que contradice a Oddone, quién contradice a Cosse, Andrade y Castillo y, no te digo nada a Civila, en realidad no son cosas tan distintas de las que se encuentran (si tienen suerte), en las bases programáticas del Frente Amplio.
No pueden quedar dudas.
Hay un abismo entre Álvaro Delgado y Yamandú Orsi. En todo sentido: capacidad, solidez, experiencia, ideas y equipo. Un equipo coherente.
El 24 no corren prejuicios ni perezas: hay que resolver por la realidad.