Cuando uno lleva un buen número de elecciones encima, aprende que determinadas especulaciones, pueden fallar estrepitosamente. En este año electoral, la coalición gobernante agita varias, como para enumerar y comentar.
Al igual que pasó con el referéndum contra la LUC, en el caso del plebiscito del Pit-Cnt para expulsar a las Afaps y confiscar los ahorros, desde los simpatizantes del oficialismo se decía primero que no alcanzarían las firmas. Según los promotores, sin embargo, ya están.
Después se dijo (y todavía se postula) que si se concreta el plebiscito, no les darán los votos para la enmienda constitucional. Se incurre en el error habitual de calcular aritméticamente los apoyos y rechazos en función de la adhesión de los votantes a los partidos. Como el plebiscito ni siquiera cuenta con apoyo mayoritario dentro del propio FA, algunos creen que es pan comido. No lo es. Me permito recordarles la llamada “minirreforma” de 1994, que promovía un más que lógico voto cruzado para sufragar por un partido en lo nacional y otro en lo departamental.
La propuesta contó con el respaldo unánime del senado y amplia mayoría en diputados pero, al ser sometida a la ciudadanía, solo tuvo un 30% de adhesiones. Y eso explica el largo, interminable ciclo electoral aprobado en 1997 y que todavía hoy nos aqueja.
¿Quién dijo que, de votarse en octubre, la propuesta del Pit-Cnt no ganará, por más disparatada que sea?
Y otra más: ¿quién puede asegurar que con esto el FA “se pega un tiro en el pie”? ¿Hay algo más fácil que hacer demagogia con una promesa imposible pero después no ensobrar la papeleta, por las dudas? Los expertos creen que todos los ciudadanos son politólogos: se olvidan de que el canto de sirenas de jubilarse a los 60 con más plata es atractivo para muchísima gente, aunque violente las más elementales reglas de la economía.
En El País del domingo pasado, el economista Gabriel Oddone envió mensajes tranquilizadores como un posible ministro de Yamandú Orsi. Cuando critica la enmienda que propone el Pit-Cnt, admite que “sus resultados pueden ser muy negativos”. Pero lo matiza con la buena onda de que “muchas de las propuestas incluidas están inspiradas en propósitos loables”. ¿Propósito loable, aherrojar en la Constitución la edad de retiro e inflar de manera insustentable las pasividades más bajas? ¿Propósito loable incumplir reglas contractuales con las Afaps y afanarle sus ahorros a los trabajadores, como hizo Cristina del otro lado del charco?
Esa indulgencia con la aplanadora confiscatoria de los radicales es una antesala del desastre. Con menos delicadeza, el dirigente socialista Santiago Acuña respondió a Oddone que “ningún compatriota, aunque tenga 15 doctorados, 30 maestrías y 50 posgrados, sabe más de economía que un pueblo organizado” (sic).
No creo que este lío sea un tiro en el pie para el Frente Amplio. Más bien me parece un tiro en la nuca para el país.
Recuerdo que, durante la primera presidencia de Vázquez, la Mesa Política del FA desafió al entonces ministro Astori por un recorte presupuestal. Este puso su renuncia sobre la mesa y el presidente lo respaldó. ¿Tendrá el mismo apoyo un ministro frenteamplista racional, a la vista de la desoladora interna actual de su partido?
No se la va a hacer fácil la barra de los propósitos loables.