ONU tapa el debate

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Las Naciones Unidas se encuentran en una encrucijada. El presidente estadounidense Donald Trump se retiró de la Organización Mundial de la Salud, recortó la financiación para la Convención del Clima y es probable que se produzcan más retiros. Trump califica a la Organización de Naciones Unidas (ONU) de “deficitaria” y sugiere que es un pantano que hay que drenar.

En esta coyuntura crítica, uno podría suponer razonablemente que la ONU justificaría su existencia centrándose más en la paz y la prosperidad, mediante un asesoramiento sólido y basado en datos. En lugar de ello, se esfuerza por suprimir el debate abierto sobre el cambio climático al tiempo que impulsa políticas que destruyen la prosperidad. La ONU se ha asociado con el gobierno de Brasil para lanzar una iniciativa mundial llamada «Iniciativa Global para la Integridad de la Información sobre el Cambio Climático», que promoverá la publicación de información “verificada” sobre el cambio climático por parte de los medios y en las redes sociales.

La ONU afirma contundentemente que su objetivo es “impulsar el apoyo a la acción climática urgente”, lo que revela que la meta no es resaltar el amplio consenso científico de que el cambio climático es real, sino impulsar una única respuesta política admisible. Como ha dejado claro el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, “acción climática urgente” significa una carrera hacia políticas de cero emisiones netas, extremistas y que castigan la economía, como que los países ricos paguen a los países pobres sumas enormes en concepto de reparaciones climáticas, impuestos climáticos nuevos y radicales, y que acaben con los combustibles fósiles por completo en 25 años.

A la hora de determinar qué respuesta política se debe elegir, la ONU, que no ha sido electa, está llevando a cabo pura propaganda. Imagine si la ONU regulase el debate sobre la migración y solo permitiese declaraciones que apoyasen una política extrema de fronteras completamente abiertas (o cerradas) en todas partes.

La ONU ignora la incómoda verdad de que hay importantes debates en curso entre científicos del clima y economistas. Incluso después de décadas de investigación exhaustiva, sigue habiendo una gran incertidumbre sobre cuánto se calentaría el mundo si se duplicara el CO₂. Las investigaciones de los economistas del clima también muestran que la mayoría de las políticas climáticas actuales son enormemente ineficaces.

La ONU descartaría el debate político, e incluso los hechos, en nombre de la promoción de una respuesta única al cambio climático. Lo sabemos porque los primeros trabajos de la iniciativa de la ONU en los que se exponen sus supuestos “hechos sobre el clima” ya muestran su descarada parcialidad. Uno de esos “hechos” que promueve la ONU es que el aumento del nivel del mar podría sumergir pequeñas islas como Kiribati. Esta afirmación se repite a menudo en los medios de comunicación progresistas, pero ignora una vasta literatura científica que demuestra que casi todos los atolones, incluido Kiribati, son estables o están aumentando de tamaño, evidencia reconocida incluso por el New York Times.

La ONU también repite la mentira de que las energías renovables son más baratas que los combustibles fósiles, pero lo oculta midiendo el costo solo cuando brilla el sol o sopla el viento, ignorando los costos de la intermitencia y la falta de fiabilidad. El hecho es que ningún país con una cantidad significativa de energía solar y eólica tiene costos de electricidad bajos; de hecho, en promedio, los costos de la electricidad son dos o tres veces más altos que en los países con poca energía solar y eólica.

Todas estas mentiras hablan de un problema mayor: la ONU solo “verificará” las afirmaciones y las narrativas, sean ciertas o no, que “impulsen el apoyo a la acción climática urgente”. La ONU no “verificará” el hecho de que las investigaciones más recientes sobre los costos y beneficios de las políticas climáticas de cero emisiones netas muestran unos beneficios anuales medios de 4,5 billones de dólares a lo largo del siglo XXI y unos costos mucho mayores de 27 billones de dólares al año. De hecho, en el mundo orwelliano de la ONU, este hecho probablemente se consideraría “desinformación”.

Las Naciones Unidas están intentando controlar lo que la gente puede oír, leer y pensar sobre el cambio climático justo cuando empresas de medios sociales como Meta están dando marcha atrás en su política de años de “verificación de datos” del debate político sobre el cambio climático, que Meta admite que resultó en censura.

La propuesta de que los contribuyentes gasten cientos de billones de dólares en políticas climáticas deficientes merece sin duda un debate. La ONU no tiene por qué suprimir ese debate. Si quiere sobrevivir, la ONU y otras organizaciones multilaterales deben volver a sus raíces de ayudar a la humanidad a navegar por el mundo hacia la paz y la prosperidad. Y deben aprender que el debate libre e informado no supone ninguna amenaza para esa causa.

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