El resultado electoral -el de octubre y el pendiente- le plantean, tanto al sistema político como a la gente, la pregunta ¿cómo va a ser el Uruguay de los próximos cinco años? Según sea uno o el otro de los candidatos que gane el balotaje el futuro del Uruguay tendrá aspecto diferente.
Algunos observadores y politólogos no piensan así y han declarado que, gane quien gane, no habrá muchos cambios porque las diferencias políticas en nuestro país no son tan grandes (como diciendo, acá todo se hace a medias). Dicen eso porque están en la luna o porque están muy asustados y no quieren desparramar el susto.
Lo que se plantea en el balotaje es un cotejo entre dos candidatos, dos personas. El sistema electoral establece una serie de instancias escalonadas que lleva a una instancia final que tiene solo dos casilleros (y el que queda afuera no juega). Toda la variedad política del país, con todos sus matices, se termina personalizando en dos candidatos: hoy son Delgado y Orsi.
Cada uno de esos nombres tiene atrás una acumulación política, la cual ya se expresó en la primera vuelta y ha determinado la composición del Parlamento. Cada uno de los dos candidatos lleva ese bagaje político consigo pero la segunda vuelta es un desafío entre dos personas. El número y la composición de los batallones respectivos ya está marcado de un lado y del otro, pero a fin de noviembre se dirime quién será el comandante que ocupará el puente de mando del gobierno.
Como los dos componentes fundamentales del actual panorama político uruguayo vienen presentando volumen similar, el cotejo final, el de noviembre, se va a dirimir por unos pocos votos. Y se va a dirimir, en este caso, en gran medida por las cualidades personales de los dos candidatos: preparación, experiencia previa, etc.
Dada la paridad de fuerzas mencionada muchos observadores y opinólogos (y aún actores políticos) han puesto la capacidad negociadora como la principal cualidad a buscar en los candidatos y así marcar una diferencia o superioridad: el más negociador es el mejor candidato.
Acuerdos habrá que tejer, no cabe duda, pero lo primero que se espera de un Presidente es que sea capaz de gobernar. Lo primero es lo primero: capacidad para gobernar. Que tenga idea cabal de lo que es y cómo funciona un gobierno nacional, que tenga cabeza fría y mano firme, que sepa comunicar (la política se hace con palabras), que transmita un rumbo y que refleje una comprensión global del Uruguay. Y en esto, que es lo primero, Álvaro Delgado tiene bastante más para mostrar que Yamandú Orsi; él tiene una visión nacional, Orsi, una visión departamental. La visión te la da el lugar desde donde has estado mirando: Orsi ha estado mirando desde Canelones toda su vida.
Aunque los números están, no se trata de descansarse en números, en los casi cien mil votos más que se registraron en la cuenta de la coalición que sustenta la candidatura de Delgado sobre la otra. Este escalón final del proceso electoral que, en razón de las circunstancias, no puede dejar de ser una comparación entre dos personas, muestra ventajas para Álvaro Delgado.
Los lectores probablemente ya estén de acuerdo con este desarrollo. Pero quizás algún pariente o algún amigo todavía no… Hay tiempo hasta fin de mes para que Ud. lector haga su aporte y se proponga convencerlos.