Los uruguayos elegimos nuevo presidente. La mayoría eligió democráticamente por un cambio en una elección que fue ejemplar en cuanto a su desempeño. Ni un solo incidente, ni un solo ruido en las calles.
A las 20:30 hs en punto, una vez que se levantó la veda electoral, se supo quién sería el nuevo presidente a partir del 1° de marzo, con un resultado un poco más favorable por la fórmula presidencial electa que lo que esperaban las encuestas, pero dentro del margen de error. A diferencia de lo que pasó hace cinco años, los uruguayos nos fuimos a dormir sabiendo quién será nuestro próximo presidente.
Una vez más, aprobamos con sobresaliente en democracia. Reflejo de eso fue que el lunes por la mañana la mayoría de los uruguayos fuimos a trabajar o a estudiar como todos los días y el Uruguay siguió funcionando como si nada hubiera pasado. Algunos más fanáticos están (estamos) más pendientes de las noticias y repercusiones, pero la alternancia en el poder y la estabilidad de las instituciones en nuestro país nos tienen, de alguna manera, un poco anestesiados a picos de emoción en estos casos. Confiamos que algunas cosas seguirán estables gane quien gane.
Aunque es verdad que esta elección pecó de un poco insulsa de más y si algo le faltó fue conectar emocionalmente con el electorado. Ni un jingle nos dejó.
Pero como dijo Martín Aguirre en su columna de ayer “las urnas tienen una capacidad aplastante de poner las cosas en su sitio”. Horas de análisis, debate, columnas de opinión durante todos estos meses… pero al final del día, urna mata análisis. Y eso es la democracia.
Lo que seguramente pase ahora es que empecemos a analizar las razones por las que Delgado perdió y los motivos que llevaron a Orsi al triunfo. Pero lo que realmente importa es qué gobierno nos espera para los próximos años.
Confieso que admiro a los periodistas que el lunes de mañana fueron capaces de resumir en algunos puntos los principales ejes de la propuesta del partido ganador, porque si hay algo que ha caracterizado esta campaña son las contradicciones y la poca precisión y profundidad en las propuestas. Hubo mensajes opuestos en fondo y en forma que dejan mucho lugar a dudas sobre qué es realmente lo que se votó. Si se van a subir los impuestos o no; qué va a pasar con la reforma de la seguridad social, las AFAP y la edad jubilatoria; cuál es la propuesta en integración internacional, son solo algunos de esos ejemplos.
Pero la noche del domingo también dejó algunas dudas sobre cuál será el estilo del nuevo gobierno. Empezando por el timing: no esperar a que el candidato perdedor terminara su discurso para salir al escenario, imponiendo la agenda de la oratoria y desconociendo a la contraparte, fue muy llamativo. Si fue involuntario fue muy torpe; si fue a propósito fue preocupante. Seguido por el tono de los discursos: si bien el presidente electo fue muy conciliador y se paró como el presidente de todos los uruguayos, el tono de la vicepresidenta electa fue mucho menos mediador y más confrontativo.
El tiempo dirá cómo seguirá esta historia. Por lo pronto, por voluntad o necesidad, dado cómo se repartieron las cartas, el diálogo será indispensable en el próximo período de gobierno. Esperemos aprobar con sobresaliente también.