Juan Oribe Stemmer
Vivimos en la era de la información pero nos resulta cada vez más difícil comunicarnos en forma precisa, inequívoca y honesta.
El término comunicar viene del latín "communicare" y sus acepciones incluyen "descubrir, manifestar o hacer saber a alguien algo" y "transmitir señales mediante un código común al emisor y al receptor". La clave de la comunicación es que el emisor y el receptor compartan no solamente las mismas palabras sino que también les asignen el mismo significado. En caso contrario cada cual hablará al otro pero no conversará con el otro.
El volumen de la información que circula en el seno de nuestras sociedades supera ampliamente la capacidad de crítica de la mayoría de los mortales. Nos ahogamos en un tsunami de datos y no tenemos el tiempo suficiente para analizarlos ni para dejar que tanto conocimiento se decante gradualmente.
Pero, las mayores dificultades provienen de la manipulación deliberada del lenguaje, no con el fin de descubrir el pensamiento sino de ocultarlo.
En su clásica novela "1984", George Orwell acuñó el término "newspeak" ("nueva forma de hablar") para referirse al lenguaje desarrollado por una dictadura totalitaria con el fin de simplificar el discurso al máximo, eliminando los matices y reduciéndolo a dicotomías elementales (bueno y malo, negro y blanco, ellos y nosotros). Ello con el fin de eliminar el pensamiento independiente y fortalecer el poder del Estado que dominaba a la población con eslóganes sin significado racional.
El resultado era un despotismo donde el Ministerio de la Verdad difundía la mentira, el Ministerio de la Paz se encargaba de la guerra y el Ministerio del Amor tenía como función perseguir, torturar y reeducar a los opositores.
No es una coincidencia que Orwell haya escrito su novela inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial luego del ocaso del nacional-socialismo y durante el auge del estalinismo soviético. El tristemente célebre Ministro de Propaganda de Hitler, Joseph Goebbels, sostenía que una mentira repetida cien veces se convertía en una verdad.
La importancia de la precisión del lenguaje ha sido reconocida desde siempre. Se atribuye a Confucio la siguiente historia relatada por diferentes autores. Un discípulo le pregunta a Confucio cuál sería su primera medida para gobernar un país. La respuesta del sabio chino es inesperada. Dijo: "yo quisiera mejorar el lenguaje" y luego explicó: "si el lenguaje carece de precisión, lo que se dice no es lo que se piensa. Si lo que se dice no es lo que se piensa, entonces no hay obras verdaderas. Y si no hay obras verdaderas, entonces no florecen ni el arte ni la moral. Si no florecen el arte y la moral, entonces no existe la justicia. Si no existe la justicia, entonces la nación no sabrá cuál es la ruta: será una nave en llamas y a la deriva. Por esto no se permitan la arbitrariedad con las palabras. Si se trata de gobernar una nación -concluía Confucio-, lo más importante es la precisión del lenguaje."
Un elemento esencial de la comunicación es el descubrimiento de lo que se piensa.
Comunicarse debería ser un acto de honestidad y de confianza. Una forma de transmitir certezas sobre lo que se afirma. Lamentablemente, el manejo del lenguaje y de la comunicación también son instrumentos formidables para ocultar la verdad y dominar el pensamiento.
El "newspeak" es una de las amenazas más formidables que debe enfrentar la democracia.
"A pesar de que vivimos la llamada era de la información, cada vez es más difícil comunicarse con claridad y, lo más grave, con honestidad".