Amainada la tormenta que involucró a Cabildo Abierto (CA), importa mucho recordar dos datos políticos y electorales fundamentales y dejar planteadas dos perspectivas futuras evidentes.
El primer dato es político: no hay tercera vía posible. Las grandes líneas de adhesiones sociológicas-electorales; la forma del ciclo electoral que define primero lo parlamentario y luego lo presidencial con balotaje; y la manera en la que se divide el debate público desde hace más de treinta años, conducen a que inevitablemente aquí se resuelva quién gobierna con una confrontación de dos bloques disímiles. O se está con la coalición de izquierdas del Frente Amplio (FA), o se está con la coalición republicana (CR) conformada por los hoy partidos oficialistas. Fuera de eso no hay opciones: todos aquellos que jugaron esa carta tercerista desde 1990 hasta hoy, fallaron.
El segundo es electoral: para que el oficialismo actual triunfe en 2024, precisa como condición no suficiente pero sí necesaria, que CA vote dentro de su coalición electoral. La suma de las adhesiones colorada y blanca no ha superado al FA desde 1999 (sí en 2019 pero corto, 47.000 en total); la estructura de votos de las nuevas generaciones favorece relativamente más al FA; y la vieja acumulación por sublema se transformó en un proceso de dos etapas, octubre y noviembre, con un acuerdo de varios partidos que aseguran funcionamiento parlamentarista y capacidad de gestión de gobierno. En 2024 con CA quizá haya mayoría posible; sin CA, seguro que no.
Son verdades estructurales que ningún voluntarismo puede eludir. En esto, el que se enoja, las relativiza o las niega, pierde; es decir, perderá inexorablemente peso electoral propio, y/o entregará el gobierno al FA en 2025. Y eso nos lleva a las dos perspectivas futuras.
La primera: la oposición izquierdista será cada vez peor. La irresponsabilidad que mostró con la pandemia; las mentiras que profirió con el referéndum; y las medias verdades que ha desperdigado en todos los temas relevantes del país -desde la seguridad social hasta la situación de la pobreza, pasando por la reforma del puerto o la calidad del agua, por ejemplo- quedarán a nivel liliputiense al lado de lo que será capaz de hacer y de decir con tal de llegar al poder. Si la CR no se reanima rápidamente con espíritu de fraternidad, cada uno de sus partidos será devorado por los de afuera (como enseña Martín Fierro).
La segunda: todos los protagonistas principales de la CR de cara a 2024 deben, desde ya, generar una instancia de diálogo que deje completamente de lado la señalada rispidez Lacalle Pou-Manini Ríos, y que encamine las coordinaciones estratégicas electorales y programáticas para 2024. Hay que asumir el nuevo tiempo; liderar el proceso en colectivo; y reconocer que el presidente es Gardel sí, pero que no podrá cantar en 2024, y que por tanto hay que ir armando la orquesta de Aníbal Troilo para que termine cantando el Polaco Goyeneche o Tita Merello: que los violines afinen y seduzcan, que los bandoneones entren con personalidad, que el contrabajo dé bien el tempo, y que el piano suene formidable.
Se precisa una orquesta fraterna y melodiosa que acepte la verdad de la realidad política y electoral. Si no, la CR quedará en Pampa y la vía.