Una vez le escuché decir a Jorge Larrañaga que “llega un punto en la vida que solo te queda un lado pa’disparar y es pa’delante”. No sé si fue un arranque de espontaneidad desde una reflexión probablemente basada en su historia personal, o si era uno de esos conceptos que los políticos suelen repetir una y otra vez porque son parte de su identidad y definición.
Bueno, creo que a mí me llegó ese momento. Y pido disculpas a los lectores, porque nunca he querido escribir columnas autorreferenciales, y realmente me cuesta hacerlo, pero en esta coyuntura de vida no pude evitarlo. Quiso la casualidad o la causalidad (recurso tan cliché como cierto) que hoy 2 de diciembre, fecha en que sale esta columna, esté anunciando mi precandidatura a la Intendencia de Maldonado en un gran congreso de nuestro espacio político.
Creo en la voz de la gente, creo en el pluralismo, creo en las oportunidades y en quienes con valentía se atreven a tomarlas. Creo en la Política como un maravilloso instrumento para mejorar la sociedad. Creo que se puede y se debe vencer los antivalores que quieren corroer la Política.
La demagogia, la desazón, el oportunismo, nunca van a poder con la gente.
Porque es así de simple, la Política es la gente. Esta actividad es en clave popular, o no es tal. Me causa gracia cuando desde algunos ámbitos se cree que la opinión de la gente y su posterior manifestación de voluntad se puede determinar con decisiones de cúpulas. Como si el clamor o el clima político no fuera una coyuntura consecuencia de muchos factores que actúan a lo largo del tiempo.
En los tiempos actuales, campañas de todo el mundo y los posteriores resultados electorales dejan enseñanzas incontrastables. La gente es quien elige. Por convicción, por rabia, por frustración, por admiración, por simpatía o por todo eso junto. Pero es quien elige.
Y efectivamente la vocación política existe. Hay quienes creen, y yo soy uno de ellos, que servir públicamente es un acto de responsabilidad y gratitud.
Responsabilidad para con nuestro tiempo y nuestra gente. Porque el servicio público es un camino que nos aleja del individualismo, de nuestra zona de confort, del disfrute de lo personal, para llevarnos a un plano que ineludiblemente implica sacrificio, generosidad y entrega al prójimo. Es hacerse responsable de conducir, es no mirar para el costado o pasar el fierro caliente a otro.
Cambiar implica hacer, y si hay quienes creen que la mano invisible del mercado arregla todo, es porque nunca vieron cara a cara la necesidad y la pobreza. Abrazo con fervor las ideas de libertad, pero hay uruguayos a quienes hay que ayudarlos a ser realmente libres. No es libre quien tiene hambre o le falta un medicamento, no es libre quien tiene miedo, no es libre quien por carencia de educación no puede elegir lo que realmente quiere, no es libre quien se mueve por obediencia y no por convicción.
Entonces, libertad sí, pero con realismo. Dogmatismos inaplicables son para debates de café o con una cerveza por medio, pero la Política implica intrínsecamente el realismo. Así de simple, así de real.
La Política debe ser el canal de la rebeldía. La herramienta de quien se rebela contra la injusticia, la pobreza, el miedo o la tristeza. Es el instrumento de quienes batallan contra el relativismo de los que piensan que da todo igual. Y no da todo lo mismo, hay que elegir y hacerse responsable. Con coraje, que es un fuego que solamente arde en almas valientes.
Yo abrazo la Política y abrazo al Partido Nacional. No creo que esto sea una batalla de buenos contra malos. Creo que hay de todo en todos lados. Por eso respeto a los que se la juegan, sean del partido que sean.
Es muy fácil gritar desde la tribuna mientras los que sudan la camiseta son otros. Respeto al que corre por su equipo, yo corro por el mío y quiero ganar. No por un acto de egolatría sino por la gratitud que le debo a mi lugar y mi tiempo.
Esa gratitud es la base de la virtud, entendida como esencia de la actividad política en el concepto aristotélico de que “somos lo que hacemos día a día, de modo que la virtud no es un acto sino un hábito”.
Personalmente entiendo la Política como un camino permanente, constante. No se la puede reducir a un punto de partida y uno de llegada como si fuera una carrera de cien metros. Todo lo contrario, la Política es para transitar y es una construcción permanente donde uno es su propia historia.
Por eso es para adelante, porque es una actitud y es un rumbo. En ese camino me encontrarán los próximos tiempos, que es el mismo que los anteriores. Porque es la continuidad de una actitud y un camino, solo que ahora tiene un rumbo definido.
La obligación es con Maldonado y su gente en primer lugar, pero es también con el proyecto político y el legado. Legado de un hombre y un Partido, que es Enrique Antía y es el Partido Nacional. Ese mandato nos impulsa, esa vocación nos ilusiona.
Pensar el departamento de los próximos treinta años, soñar con el desarrollo de su gente en cada rincón de su maravillosa geografía. Ese es el camino, entendiendo su diversidad, su ebullición permanente, sus corrientes migratorias, sus inversiones, sus necesidades, su geografía humana como principal fuente de riqueza. Es por ahí, es para quererlo y desde ese sentimiento acompañar sus transformaciones.
Por eso son tiempos de asumir responsabilidades, de aceptar enormes y hermosos desafíos, de dar todo para que Maldonado siga creciendo, de empujar con humildad y convicción, de aceptar que el futuro es hoy y el tiempo es perfecto. Es tiempo de ir para adelante, porque es el único rumbo posible.