Perdimos por goleada

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Correspondería esta semana analizar la conformación del gabinete del próximo gobierno. Pero como este recién asumirá en marzo, eso puede esperar. Lo que no puede demorar es esto de vivir entre la mugre. Ni se pueden tolerar los argumentos dados por la Intendencia para que ello ocurra.

El miércoles pasado, El País tituló su nota diciendo que “aumentan los desbordes de basura”. La inevitable reacción es preguntarse, ¿todavía más?, ¿es posible que tal como viene la mano desde por lo menos hace dos meses, sigan aumentando los desbordes de contenedores? ¿Se puede desbordar hasta el infinito?

Si la cosa está complicada ahora, ¿qué puede esperarse para cuando vengan las fiestas que es el momento en que el servicio, por tradición, se vuelve deplorable en un repetido ritual propio de la fecha y más arraigado que cantar villancicos o lanzar fuegos artificiales.

Que el servicio haya caído a los niveles que cayó es alarmante aunque siempre, desde que se instalaron los contenedores, fue altamente deficiente. Ahora lo es más y eso asusta.

Fue de golpe, sin aviso, que a fines de octubre empezaron a verse por varias calles de Montevideo contenedores desbordados (más allá de lo habitual), con bolsas tiradas en las veredas o en la calle, al no haber más lugar. Mucha gente en las redes se quejó de que transcurría tiempo sin que el camión recogiera los residuos. En algunos barrios, al este y al oeste, se habló de hasta diez días. Doy fe de ello al tener un contenedor frente a la ventana de mi casa: a comienzos de noviembre hubo 10 días sin que fuera vaciado. Luego, el camión apareció pero con mucha irregularidad.

Por suerte la Intendencia aclaró todo: eso que empezó a ocurrir en octubre y sigue sucediendo hoy. Se debió a un paro resuelto por Adeom, que ocurrido recientemente, el 12 de diciembre de noche, y solo por unas horas. Ese paro es el culpable de que durante dos meses y medio se acumulara tanta basura en los contenedores.

No en todos, por supuesto. Por algunas avenidas se recoge casi a diario. Se hace en Bulevar Artigas, entrada a Montevideo para los turistas argentinos. Ven eso y llegan a la conclusión de que Montevideo resplandece… Hasta que dan vuelta una esquina y se meten por las calles interiores. Ahí el cantar es otro.

Es imperdonable que el intendente Mauricio Zunino y su equipo, para quitarse una culpa, acusen al sindicato por ese breve paro realizado hace una semana, cuando el servicio plantea agudos problemas desde octubre. Obviamente, el razonamiento no cierra y la pregunta es cómo no se dan cuenta de cuan desubicados están. ¿Acaso creen que la gente va aceptar un verso cuya falsedad rompe los ojos?

En realidad no debería sorprender. Cuando el exdirigente sindical Richard Read criticó en un programa radial una situación que está a la vista de todos, el intendente le saltó a la yugular. Le recriminó que nunca debió expresarlo en público, sino que correspondía hablarlo en algún oscuro cuarto secreto y solo con unos pocos dirigentes frentistas. No era admisible que anduviera ventilando trapitos por fuera de la interna. Zunino olvidó que es el intendente de Montevideo y no un opaco comisario político en un comité de base.

Con esa manera de pensar, es lógico que la suciedad haya llegado a los extremos en que se encuentra. El intendente no asume su incompetencia y transfiere las culpas a terceros: busca la solución más fácil.

Otro hecho recién descubierto por algunos jerarcas municipales es que en este problema los hurgadores juegan un papel importante. ¡Al fin se dieron cuenta! Es que del problema de los hurgadores se viene hablando desde hace más de tres décadas. Muchas veces dije que sin ser abusivos, había que ser estrictos en la represión a ese modo de revolver basura, que trae problemas sanitarios para quien lo hace y para la población.

Sin embargo, desde el Palacio Municipal tal realidad era negada. Basta tener un contenedor frente a la casa para ver cómo son las cosas. Hay vecinos desaprensivos e inescrupulosos, es verdad, pero el real problema está en la cantidad de gente que pasa por los contenedores, revuelve, desparrama basura por la calzada y se lleva solo lo que quiere.

Si los hurgadores siempre fueron un problema, hoy que se acumula más basura que lo habitual, lo es más.

Una parte de la población asimiló el paisaje sucio de la ciudad. Esto es más que estar resignado, es gente que tiene la mugre tan incorporada y tan naturalizada que simplemente no la ve. Eso es preocupante porque se trata de un sector que no envía señales de enojo o hartazgo.

Es obvio que los que no tienen un contenedor ante la puerta o las ventanas de su casas, son los intendentes y los jerarcas. Los de hoy y los anteriores. Por eso no tienen idea de qué se trata, pero despliegan su cinismo al adjudicar un fenómeno que se arrastra por años y que se agudizó en los últimos dos meses a un único paro de escasas horas.

Si esta sigue siendo la forma de afrontar el drama, los montevideanos perdimos. Perdimos por goleada.

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