Particularmente la pasada semana -Santa o de Turismo (sin Criolla y sin Vuelta Ciclista)- reinó un tardío verano con sol invicto. En Montevideo había gente en las calles por todos lados.
Vimos muchas concentraciones. Había y faltaban tapabocas. Y las distancias eran relativas. Notoriamente así ha sido por doquier en el país.
Es coherente con las investigaciones de opinión pública que revelan se relativiza por la ciudadanía la relevancia de los cuidados personales ante la pandemia -e ignorando que es parte de lo mismo- el temor se centra en la inseguridad por el destino económico personal. La acción del Estado y del gobierno es limitada porque debe equilibrar las restricciones a la actividad con la sobrevivencia del quehacer laboral y económico razonable. La información sobre los riesgos está en la noticia cotidiana. La monumental operación sanitaria, militar y policial en curso entre nosotros ha sido exhaustiva y los avances de la vacunación son consecuencia de un plan adecuado desplegado en todo el territorio nacional. La exponencial expansión de los contagios -sin embargo- se ha afirmado. Con incremento de las secuelas fatales.
El súbito flagelo ha puesto a la humanidad en una encrucijada desconcertante. Cuando parece se llegará a lograr la vacuna contra el virus, se revelan cepas nuevas que renuevan las amenazas. Y, no hay soluciones gubernamentales en el planeta que señalen inequívocamente un camino para salir de la pesadilla. Los cambios del coronavirus obligan a ir tomando y cambiando decisiones políticas sobre la marcha. Tampoco hay una solución represiva que resuelva las cosas. Si las personas con conocimiento de causa no se cuidan y no cuidan a los demás, no se pueden llevar decenas de miles de individuos a la comisarías y recintos penales o someterlos a tareas comunitarias. Más de 600 operativos llevados adelante por la Policía y la Prefectura Nacional Naval respecto de reuniones clandestinas con nutrida concurrencia hablan de una nefasta desobediencia civil latente especialmente entre las personas más jóvenes.
En cataclismos como este, es imprescindible la centralización de la conducción política, como ocurre con todas las actividades urgentes de alta complejidad. Es un tema que exige ejecución y no deliberación. Desde que se estableció el nuevo gobierno nacional el 1° de marzo de 2020, la “oposición” tenía prevista una acción disolvente y destructiva que desbordaba a las instituciones parlamentarias. Aspiraba y aspira a transformarla en asonadas callejeras. Su ahora proclamada vocación de colaboración es una reverenda hipocresía. Cuando desde el vamos tenían que unir su voz a la del gobierno nacional aportando soluciones constructivas para pedir cautela social, optaron por la acción demagógica. Evoca al hombre que cultivaba una huerta y tenía un perro que no comía de los frutos que sembraba al tiempo que tampoco le dejaba acercarse a ellos. Inspiró a Lope de Vega en su comedia “El perro del hortelano” que no come y no deja comer al amo. Por allí andamos. Con quienes no gobiernan, simulan inquietud social que no practican y obstan al gobierno electo por el pueblo.
Con su inconfundible autoridad Rafael Radi, vocero del GACH, viene de decir debemos “blindar abril”. Los uruguayos debemos cuidarnos cada uno y así cuidar a los demás en este mes para superar el drama actual. Es responsabilidad de cada compatriota. Mientras avanza la vacunación.