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Pocas esperanzas

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Vladimir Putin presidió el 14 de junio, una reunión con funcionarios de alto rango del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia. En presentación esbozó su propuesta para, dijo, no acordar una tregua temporaria o un cese del fuego en Ucrania, como podrían preferir las potencias occidentales, lo que le permitiría “régimen de Kiev recuperarse, rearmarse, y prepararse para una nueva ofensiva”, sino una resolución definitiva del conflicto.

Los términos incluyen, primero, la retirada completa de las tropas ucranianas de Donetsk, Luhansk, Zaporozhye y Kherson. Putin dejó claro que Ucrania debía reconocer las “nuevas realidades territoriales” y que no se estaba refiriendo solamente a los sectores actualmente ocupadas por las tropas rusas, sino al territorio completo de esas regiones dentro de sus límites administrativos cuando formaban parte de Ucrania. Es decir, las fuerzas armadas de Ucrania deberían retirarse de parte de su territorio que actualmente ocupan y que han defendido a muy alto costo en sangre. Con éxito.

Segundo, Putin exigió que Ucrania declare oficialmente que abandonará sus planes de incorporarse a la OTAN. Para él, Ucrania debería convertirse en un país neutral con estatuto de no alineado, sin armas nucleares (Kiev renunció a su armamento nuclear en 1994).Finalmente, Ucrania debería iniciar un proceso de desmilitarización, y desnazificación (que, supongo significa purgar su clase política e instalar títeres del agrado de Moscú).

En síntesis, Putin expuso los términos de una paz cartaginesa por la cual Rusia, la potencia agresora, consigue en la mesa de negociación sus máximos objetivos, que no ha podido ganar en el campo de batalla.

La presidente del Consejo de Ministros italiana resumió bien la situación. No me parece particularmente eficaz, dijo, presentar una oferta de negociación que implica exigirle a Ucrania que se retire del territorio de Ucrania. Y que, de paso, agregamos, involucra exigirle a Kiev que renuncie a sus fuerzas armadas y acepte cambiar sus representantes políticos con la excusa de una nebulosa “desnazificación”. ¿Quién decidirá quien es, o no, un nazi, en un país derrotado, sin ejército y sin aliados que lo defiendan?

Quizás algún diplomático minucioso y optimista pueda encontrar una pequeña esperanza de paz en un discurso tan intransigente. Pero, a primera vista, las palabras de Putin lucen como un relato, poco eficaz, cuya finalidad es legitimar un acto de agresión imperialista con pocos precedentes desde la Segunda Guerra Mundial.

En su discurso, el presidente Putin se refirió al respeto por el derecho internacional.

Y, en el fondo, este es el punto fundamental que está en juego en Ucrania, para la comunidad internacional. Especialmente para los países más pequeños.

Como señaló la Asamblea General de las Naciones Unidas en su declaración después de la invasión de Ucrania, lo que está en juego en Ucrania es la obligación fundamental consagrada en la Carta de la organización, de “Los Miembros de la Organización en sus relaciones exteriores”, de “abstenerse de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado, o en cualquier otra forma incompatible con los Propósitos de las Naciones Unidas.”

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