Política, políticos, elecciones

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Con tiempos de Política (bah, siempre son tiempos de política), pero pareciera que por ser época electoral la gente fija más el foco en los políticos, sus decisiones, su presentación frente a los electores y cómo encaran el desafío.

Diría que soy político, pero sería bastante circunscripta esa definición. Porque pretendo y trabajo diariamente por ser más que lo que hago. Y ahí radica una particularidad muy importante de esta actividad: hay quienes son políticos y no hacen política, y hay quienes hacen política y no son políticos.

No es un juego de palabras. Es un análisis fáctico del poder, es la “realpolitik” en la vida cotidiana. Hay gente en roles de gobierno que se limitan a ser el burócrata de turno, porque administran sin alma ni sensibilidad ni visión. Usan la función pública como un mecanismo de subsistencia, un empleo o un medio de vida.

En fin, flotan.

Por otra parte, hay quienes hacen política desde distintos ámbitos sin ser espacios de gobierno. Lo hacen desde sindicatos, gremiales empresariales, medios de comunicación, la academia, o incluso hasta la Fiscalía (que ha demostrado su poder político y hasta una gran capacidad de incidir en las agendas de gobierno o electorales).

No nos hagamos los distraídos. La Política cambió, y creer que solo los partidos políticos son los actores protagónicos de la misma es no entender la incidencia de los factores de poder.

Por eso uno de los mayores desafíos de quienes tenemos responsabilidades políticas es el del recambio generacional. Esas nuevas camadas que entienden y que sienten su sociedad y su tiempo de una forma distinta. Porque ellos son distintos

El Partido Nacional es una colectividad que siempre fue terreno fértil para los jóvenes. Pero no simplemente para el hermoso y romántico ejercicio de la militancia sino para estar en espacios de decisión.

Y lo puedo decir con propiedad, porque con 34 años fui secretario general de la Intendencia de Maldonado, con 38 electo diputado por mi departamento y a los 43 reelecto en las pasadas elecciones. Este ejemplo (que no es ni bueno ni malo, sino el que tenía más a mano) es uno de cientos. Hoy mi generación está en el Senado, en la Cámara de Representantes, en los máximos lugares de las Intendencias. Sí, nuestra generación llegó.

Pero la película no termina ahí, debemos dar otro gran salto de calidad y que los que vienen detrás ocupen lugares y sean mejores que nosotros (que lo son).

En días donde se están confeccionando las listas a las Juntas Departamentales y Municipios debemos jugárnosla. Debemos elegir para integrar esos lugares no solo personas que sientan la política con el corazón sino que busquen servir.

Es así de sencillo, que vengan a servir, no a servirse. Que busquen en esto una vocación, un camino para hacer mejores su lugar y su tiempo, que no busquen un empleo sino un sueño, que estén a la altura de lo que el ciudadano pretende de los servidores públicos.

En tiempos de descrédito de la política tenemos una oportunidad de recuperar confianza. Que los buenos sigan y se afiancen, que no los venza el sistema, que no los frustre un esquema de poder hecho para retroalimentarse. Bienvenidos los rupturistas, bienvenidos los distintos, bienvenidos los que se rebelan. Ellos harán mejor la política porque rompen círculos, refrescan, oxigenan.

Es sano y me alegra cuando alguien de fuera de esta actividad viene a aportar, saliendo de su zona de confort para jugársela y exponerse, con los costos inevitables que ello tiene. Porque el sistema suele repelerlos, bueno, en realidad no es el sistema sino algunos elementos que se ven amenazados y creen que perderán privilegios.

Bienvenidos los que mueven la estantería, que los inseguros manejen sus conflictos en el ámbito que corresponda, pero en Política las cuestiones se dirimen en la contienda electoral, en el debate y la superación.

La sociedad cambió, porque evolucionó. La Política debería hacer lo mismo.

Pero decir esto es muy genérico, porque hay mil aspectos de la Política. No es lo mismo la cuestión electoral, que la ideológica, que la gestión, que la cultura partidaria, y cada uno de estos aspectos es muy profundo y complejo. Lo que sí podemos reflexionar es sobre la necesidad de una visión. Que las sociedades en todos sus niveles tengan una visión. Una ciudad o un país debe tener vocación de trascender, de pasar al próximo nivel, de que su gente crezca y se desarrolle en todos los sentidos.

Y eso se logra con actores políticos capaces de hacerlo. ¿Es una obviedad decir esto? No, porque el menú se presenta en reiteradas ocasiones con candidatos que no saben, no pueden y en algunos casos hasta es fácil creer que no quieren hacerlo.

Pero la responsabilidad la tie- ne el ciudadano, que tiene el poder inconmensurable de decidir fren- te a una urna quién merece ser representante de su pueblo, quién merece conducir los destinos de su sociedad. Poder que lleva implíci- ta una enorme responsabilidad, la de elegir por convicción y a consciencia.

Tal vez suene trillado, pero hay que buscar políticos que miren a los ojos y que transmitan amor por su tierra. No creo que sea un imposible.

Dicen que los Pueblos tienen los gobiernos que se merecen. Yo al menos nunca entendí esa frase. Los Pueblos tienen los gobiernos que eligen (excepto en Venezuela y otras dictaduras) pero no los que merecen. El mérito es otra cosa. Porque hay sociedades que merecen algo mucho mejor de lo que eligen.

La elección pasa por otras coyunturas, pero una inevitable es la consciencia de la responsabilidad. No tenemos las sociedades que merecemos, tenemos sociedades de las que somos responsables.

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