La proximidad de las elecciones hace que los partidos políticos renueven y pulan tanto su visión del país como sus propuestas de futuro para el mismo.
El discurso preelectoral de candidatos y partidos versa, entre otros asuntos, sobre la riqueza real o potencial del país, la base económica que sustenta el bienestar de su gente, posibilita su cultura y asegura la libertad y el imperio del derecho.
Esa base económica aludida en los discursos electorales reconoce varias áreas tradicionales, siempre mencionadas: una de ellas es la producción agropecuaria. Resulta muy claro que el Uruguay asienta su prosperidad económica sobre una base física -tipo de tierra y tipo de clima- capaz de sustentar su desarrollo.
En los actuales discursos de los candidatos no falta la mención a los problemas y limitaciones que las políticas oficiales han descargado sobre la producción agropecuaria: el Frente Amplio no entiende ni interpreta bien al campo. También la forestación -que es parte de la producción del campo- aparece hoy en los discursos, no solo por su importancia actual, sino por la discusión en torno al contrato con UPM.
Otro rubro importante de la economía nacional, mencionado a menudo en los discursos y también vinculado al clima y a la geografía, es el turismo. Todos los partidos tienen planes respecto al turismo.
Sin embargo poco o nada hablan y se ocupan candidatos y partidos de otro potencial sustento económico del Uruguay, también vinculado a la geografía y al clima: me refiero a los puertos.
La razón de existir de Montevideo fueron sus condiciones óptimas de puerto natural. Algo parecido puede decirse de Nueva Palmira, ubicado en la desembocadura de la cuenca fluvial más grande del sur del continente que, con el canal Martín García a 35 pies, es llave y puerta de salida hacia el océano y el ancho mundo del Mato Grosso brasilero, del Paraguay y Bolivia, además de la Mesopotamia argentina.
En el mundo de hoy las distancias han prácticamente desaparecido: todo se puede fabricar en cualquier parte y traer o llevar sin problemas; lo importante, lo insustituible son los nodos del tráfico, los lugares de consolidación y desconsolidación. Esos lugares estratégicos son pocos en el mundo y el estuario del Plata es uno de ellos. Pero no ambas márgenes: la costa argentina recibe continuamente toneladas de sedimentación de los ríos Paraná-Paraguay y por eso no tendrá nunca profundidad a un costo competiti- vo. Montevideo, manteniendo un metro más, le va a ganar siempre.
Los puertos de nuestro país (los naturales, no los de fantasía) son el centro logístico natural del Atlántico Sur. Y puerto quiere decir depósitos, reparaciones navales, aprovisionamiento, seguros, agencias marítimas y un enorme movimiento comercial y financiero. Montar la infraestructura necesaria es cuestión de plata pero lo fundamental, lo que no se puede comprar por ningún dinero, ya está: es el agua y la costa, la ubicación privilegiada en el cruce de caminos de las rutas marinas.
La parte física está: tenemos que despertar una conciencia nacional marítima y naviera, tal como hay una conciencia agropecuaria. Las campañas electorales sirven para que los candidatos abran la conciencia de la gente sobre todas las posibilidades de crecimiento que tiene nuestro país.