Precisando e insistiendo

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El pasado viernes nuestra nota comenzaba: “Se divulgó un proyecto de currículum para bachillerato que en el penúltimo año quita una hora semanal a filosofía y en el último la suprime. Nadie desmintió la noticia.” Y a continuación expusimos nuestra discrepancia.

El Presidente del Codicen Dr. Robert Silva tuvo la cortesía de señalarnos que lo que glosamos fue un borrador, publicitado pero sin vigencia. Como prueba de que en 3er. año (ex 6º) no se suprime filosofía, nos indicó que se incluirá epistemología. Y nos subrayó que él y su equipo comparten la preocupación humanista. Conste ello. Y conste que apreciamos la sensibilidad con que buscó dialogar.

Por nuestra parte, pensamos que la epistemología no puede sustituir en la enseñanza media a la filosofía. La epistemología es “Teoría de los fundamentos y métodos del conocimiento científico”. Enseña a distinguir entre el saber vulgar (doxa) y el conocimiento riguroso (episteme). Hoy es parte importante de la temática filosófica, pero es demasiado lo que deja afuera.

Los opositores a esta reforma se quejan de que ella excluye la formación humanística, social y hasta bioética que incluía el programa de ex 6º. Lo que invocan no es deleznable en una época donde, con drogas y sin ellas, campea la indiferencia ante el prójimo y hasta perversión de los sentimientos.

Se refleja en la crónica policial, con crímenes como el que en esta semana segó la vida de la liceal mártir Valentina Cancela Sarmoria, cuyos 17 años nos interpelan. Pero se refleja también en las intimidades de la vida familiar, laboral, comercial, peligrosamente reducida a mero funcionalismo.

Por todo ello, concordamos en defender lo que aparece suprimido, pero tampoco eso basta para el Uruguay tal cual está, ya que lo que tenemos desguazado es la doctrina entera de la persona. Y a pesar de que la persona es el fundamento de la República según proclama la Constitución desde 1918, al ser humano concreto lo hemos debilitado y sepultado por una cruza de perezas mentales con materialismos doctrinarios de distinto signo y con métodos de vida impersonalizados.

El fortalecimiento de la persona como ser individual y social a la vez y el enriquecimiento espiritual de las relaciones con el prójimo son asuntos para la más alta función de la pedagogía: inspirar en los educandos la sana ambición de trascender de su medio y trascenderse a sí mismos, construyendo un yo alto con el cual moldear el yo bajo y el ello siempre punzante.

Esa tarea, que es parte del necesario rescate del pensar político, es grave y urgente. Convoca a la filosofía entera, no por presas. Sus alcances son asunto de orden público espiritual, escribiría Carlos Benvenuto, con sus ecos de Vaz Ferreira y su interlocución con Gil Salguero. Cuando el orden público espiritual se trastrueca, los fanatismos extremistas ocupan el lugar que deja vacío la falta de reflexión creadora por carencia de gestión filosófica.

No basta, pues, dar retazos de filosofía, que terminan haciéndole el juego al pragmatismo cortoplacista y al materialismo sin ideales. No basta por todo lo dicho. Y por algo más: puesto que el Cen-so nos grita que en el Uruguay sumamos apenas unos raleados 3 millones y medio de habitantes, debemos sembrar ideas nobles para las cuales vivir, aumentando el peso específico de cada hijo de este suelo.

Para nunca más mascullar complejos de “paisito” y volver a soñar y sembrar con conciencia de Infinito.

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