Las dependencias de las economías de los países a veces son insuperables. Los problemas estructurales no se cambian por raptos voluntaristas. Hoy tenemos que mirar hacia un mercado universal, como hace Chile que acuerda con todos, pero todavía no podemos decir que dejamos de depender de la región. La inevitable adaptación a la realidad, la conquista de nuevos mercados, va a llevar su tiempo, y entre tanto nos guste o no, los problemas de Argentina y de Brasil son nuestros.
Brasil por el momento nos da tranquilidad. El grado de estabilidad política del país permitió pasar sin traumas de un gobierno de determinadas características a otro que parecía radicalmente opuesto, y no lo fue. La capacidad de Lula le hizo comprender que la cosa no estaba para hacerse el loco. Aunque diga que él no cambió y que quien cambió fue el mundo, en realidad cambiaron los dos. Es lo que suele suceder con los izquierdistas racionales cuando gobiernan en escenarios reales.
Con respecto al otro gobierno vecino, a pesar de determinadas euforias, yo sería más cauto. Ojalá le vaya bien. Según estudios de una prestigiosa consultoría, se indica que Kirchner va cosechando poder. En el plano político tomó las medidas por todos conocidas, algunas más trascendentes que otras, pero le falta mucho todavía para tener el poder. Para ello es indispensable que consiga la hegemonía en un Justicialismo muy fragmentado, lo que le complica la tarea. Los analistas advierten ya roces prematuros con Duhalde, que se han manifestado en la movida del PAMI y en la interna del gabinete, entre patagónicos y bonaerenses. Además se ha involucrado en las próximas elecciones provinciales con candidatos propios de adentro y de afuera del peronismo, lo que hace que algunos lo miren como un invasor, y habrá que ver cómo le va. Estos son los dos escalones que tendrá que subir para llegar al tercero, ese sí definitivo, que es el dominio del Congreso. Allí es donde se juega el partido clave para conseguir los espacios de poder que el Presidente pretende. Y para ello la regla de oro del comercio electoral será la compra de votos y de posiciones en las listas de candidatos para que los gobernantes provinciales puedan afrontar deudas y financiar obras públicas. En síntesis, la estabilidad política del gobierno argentino, que cuenta con muy buenos índices de aceptación popular, recién se está procesando.
En el plano económico tampoco están claras las cosas, y será fundamental el resultado de la negociación con el Fondo, todavía muy incierto. Argentina tiene por delante ya, en setiembre, y luego seis meses después en marzo, vencimientos muy importantes que atender. Por un lado el gobierno parece conformarse con una simple refinanciación. Lavagna insinúa dejar subir la línea del ciclo económico que corrija paulatinamente los problemas macroeconómicos para ir pagando así la deuda, y el Presidente, afiliado a un esquema de política económica opuesto al de Menem, le acompaña. Pero el FMI y el G8 pretenden un acuerdo más largo que haga pie en reformas estructurales que implicarán severos ajustes a llevar a cabo en lo inmediato, y no le va a resultar fácil al gobierno eliminar las retenciones a la exportación con un dólar en bajada y sin actualizar salarios públicos y jubilaciones con el dólar como está. La lógica indicaría que en esta línea de pensamiento habría que apreciar más al dólar para contar con las retenciones y actualizar ingresos al ritmo del aumento de la recaudación.