¿Qué creían que iba a pasar?

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Y un día ocurrió. A alguien le pareció buena idea importar a un periodista agitador de derecha para hacer el trabajo inverso al que hace tiempo vienen haciendo otros. Romper tradiciones de la convivencia uruguaya no es gratis y puede ser un boomerang.

Pero primero, lo primero. Todo esto es un mal menor en comparación a cualquier intento de inhibir la libertad de expresión, también la de los agitadores. Como bien decía Pablo da Silveira: “En este país preferimos bancarnos preguntas incómodas, y hasta operadores disfrazados de periodistas, antes que ponernos a limitar qué se puede preguntar, o quién.” Todos, nacionales o extranjeros, cualquiera sea su intención o agenda, tienen el derecho de preguntar y difundir lo que les plazca. Lo que no quiere decir que sea un buen síntoma.

En Uruguay, los votantes del FA y los de la coalición se informan por los mismos medios. Sus dirigentes declaran en los mismos informativos y programas. La enorme mayoría de esos medios masivos intentan satisfacer al público general y no alimentar los prejuicios de un nicho altamente polarizado o ideologizado. Claro que las redes se encargan de eso, y amparados en estas, varios actores periodísticos y políticos empezaron a abonar y jugar a esto desde hace pocos años.

Repasando los acontecimientos, creo que ante el cambio de gobierno de 2020 muchos entendieron que cualquier lugar era propicio para cavar trinchera y dar batalla. Desde entonces en cierta parte del periodismo y de los medios se cruzaron varias líneas que no conocíamos. El primer y notorio cambio fue cuando TV Ciudad, un canal público de la Intendencia de Montevideo tomó un rol desembozado de medio partidario.

Y no, más allá de problemas puntuales nunca había pasado nada ni remotamente parecido. Fue la llegada de prácticas muy poco uruguayas, por no decir kirchneristas, a nuestro país lo que abrió una dimensión hasta entonces poco conocida. El caso de varios programas de TV Ciudad, en particular la experiencia de “La Letra Chica” es lo más emblemático. ¿Alguien puede creer que está bien que un programa en la televisión pública de Montevideo tenga como cometido acumular políticamente?

Además de esto aparecieron periodistas militantes que se dedicaron a hacer exactamente esto que vino a hacer el español de derecha. Confrontar y generar episodios incómodos a un solo lado del espectro. Todo esto sumado a otros periodistas que accedían a información filtrada desde organismos públicos como fiscalía, solo en una dirección. ¿Qué esperaban que sucediera? ¿Les parece razonable romper las tradiciones de convivencia y esperar que nada suceda?

Ayer escuchaba una sofisticada condena al episodio de Negre en TV Ciudad, panelistas alineados con un solo lado del espectro y con una agenda notoriamente partidaria ponían cara de compungidos y lamentaban este “falso periodismo” que en realidad tiene otra agenda. Todo esto sin que se les mueva un pelo.

Esperemos que este español se aburra rápido de Uruguay y no vuelva. Nada bueno tiene para aportar. Pero por favor, los que celebraron (o callaron) ante la kirchnerización de una parte del periodismo y los medios desde 2020, tengan el pudor de llamarse a silencio.

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