Lo que discurre a continuación son anotaciones garabateadas en los últimos días.
Lunes. Lo logramos. A fuerza de discutir de mascotas y de los jugadores de la selección, se encendió octubre.
Sigue el affaire generado por Luis Suárez. No está claro si el que habló fue el futbolista, el excapitán o el niño que lleva dentro y, a menudo, saca a pasear.
Leo unas declaraciones de alguien que dice preferir “ser una viuda de Tabárez que un alcahuete de un proceso dictatorial”. Me dan ganas de devolver el pasaporte. Respiro y me calmo. Lo guardo en el cajón.
Especulo sobre nuestro inexcusable chovinismo. Toleramos al delivery cubano porque nos evita pisar la cocina, y nos regocijamos de que Marcos Galperin viva acá, pero somos poco hospitalarios con el foráneo que nos hace quedar en offside.
El vínculo con Bielsa estaba destinado al fracaso porque él es un robot y el homo uruguayensis tira mates y garrafas desde las tribunas. La incompatibilidad rompía los ojos.
Me indigno otra vez al chocarme con una entrevista al líder del sindicato de los trabajadores de la educación privada. En su defensa del plebiscito de la seguridad social, culpa al capitalismo y mete al suicidio como argumento para cuidar a los mayores. Imagino el escalofrío de un padre mientras averigua en cuál colegio da clase. Si es que trabaja.
Martes. Escucho entrevistas a Andrés Ojeda. Cierro los ojos e intento despojarme de mis prejuicios. Me sorprendo a mí mismo. No suena tan mal lo que dice ni cómo lo dice. ¿Estaré bien? ¿Habré bajado el listón? Viviana Canosa le pregunta si duerme vestido o desnudo: “Por ahora, vestido”. (Yo regurgito, tú regurgitas, nosotros regurgitamos).
Hablo con ChatGPT para ver a quién debería votar. Tras insistirle bastante asegura que si mi prioridad es la libertad, la opción es el Partido Nacional, y que si me inclino por la solidaridad, el Frente Amplio.
Predecible, pero reconoce que sus alucinaciones son comunes.
Me entero de que gastaremos más de US$ 400 millones en refinanciar a 17.000 deudores hipotecarios y de que les pagamos horas extras a los funcionarios del casino municipal durante la pandemia.
El apocalipsis ya llegó.
Miércoles. Me pongo al día con las últimas novedades del principal partido del país. En el FA están otra vez enojados con el delito de abuso de funciones. Les pasó por el Caso Pluna y recobró fuerza por el Caso Carrera. Pobre Charles, pienso mientras se apagan los ecos de los aplausos, un paladín de la humanidad y encima lo enchastran. Maldita política.
Carolina Cosse, cuya acidez no tiene cura, dice que en Uruguay no hay remedios, y afirma que el plebiscito sobre los allanamientos nocturnos es un “riesgo para la democracia”. Bostezo. Yamandú Orsi no va a dar entrevistas hasta noviembre. Hasta en su partido, que se encargó de deglutir a cualquier sector que oliera a moderación, molesta su frugalidad y lo empiezan a correr por izquierda.
En el oficialismo se respiran incertidumbre y ansiedad por el exceso de inercia del delfín y el crecimiento del pretendiente.
Jueves. Leo otro titular: “Que haya paz”. No habla de Medio Oriente sino del Complejo Celeste. No sé cómo reaccionar.
Veo que varias organizaciones, entre ellas el sector más votado (MPP) del partido más votado, convocan a una marcha por Palestina en la que se asegura que Uruguay es “cómplice de un genocidio”. No mencionan al terrorismo de Hamás. Tampoco sé cómo reaccionar.
Vandalizan un monumento de la comunidad judía en Montevideo. Casi nadie se inmuta.
Condenan a una mujer por dejarle una nota a la embajadora de Palestina con la inscripción “el pueblo de Israel vive”, pero no a otras por desfilar antisemitismo por 18 de Julio. Hablame de doble criterio.
Valeria Ripoll, de las pocas que se anima a mostrar que todavía no tiene arterias endurecidas por décadas de anquilosamiento político, admite que la fórmula necesitaba “carne y hueso”. Toca un nervio.
Viernes. Julio María Sanguinetti profetiza que la coalición debe convertirse en un partido. El dos veces presidente del partido que gobernó más de la mitad de la vida del país admite que hay que tirar la toalla.
Se repite que en la campaña no pasa nada, pero existen movimientos tectónicos imperceptibles que, sin embargo, ocurren a plena luz del día.
¿O acaso el Partido Colorado no pasó de preocuparse por sobrevivir a ilusionarse, tras un cuarto de siglo, con un balotaje? ¿O acaso no se vislumbra que esta campaña desteñida pueda soterrar divisas centenarias?
Pase lo que pase en las semanas siguientes, es difícil no imaginar un lema compartido en las próximas elecciones. Ello reforzará la necesidad de que, una vez fusionados, los partidos tradicionales recuperen la nostalgia por su origen a la vez que rejuvenecen su identidad y encuentran la forma de diferenciarse en la unidad, y de convivir en un matrimonio forzado.
Un desafío que va a requerir visión, carisma y líderes; y, como en cualquier pareja, diálogo, paciencia y sordera selectiva.
Sábado. Amanezco con la idea de que la conferencia de Bielsa en Lima debe haber sido explosiva. Tozudo en la cancha, apocado frente al micrófono, ¿resignado al imaginarse de salida?
La tarea para el resto del día es una. Prepararse para hoy: el FA organiza una barriada y el Partido Nacional replica con un timbrazo.
Era en serio lo del fin del mundo.