Semanas atrás recordamos el desembarco aliado, hace 80 años, en Normandía, anticipando el comienzo del fin de la ocupación alemana (nazi) de gran parte de Europa. Invitados por el presidente francés, concurrieron muchos jefes de Estado con sendas comitivas y algunos ancianos excombatientes, para conmemorar en distintos cementerios el evento. Entre ellos estaba el presidente Biden, el rey de Gran Bretaña, también el PM alemán Olaf Scholz, etc. Hubo un gran despliegue militar. Faltaban los rusos.
Dos meses después, el 1ro. de agosto del 44, ocurrió el levantamiento de Varsovia que duró 63 días de lucha donde murieron unos 200.000. Los alemanes perdieron 10.000 efectivos. La Wehrmacht sofocó la insurrección. Durante el proceso quemaron y dinamitaron la ciudad que quedó destruida en un 85% (*) y vaciada de población por varios meses.
El ejército ruso que estaba del otro lado del Vístula, a tiro de artillería, no se movió ni prestó la más mínima asistencia. Inclusive, impedía el apoyo británico y americano a los insurgentes denegando el uso de bases aéreas rusas para reabastecer sus aviones y facilitar su regreso. ¿Por qué ocurrió semejante desastre? Este episodio lo relata Norman Davies (**) aunque cabe subrayar que las fuentes rusas y algunas de las británicas no estaban disponibles. Seguramente, las rusas nunca lo estén.
El 1ro. de setiembre de 1939 Polonia fue invadida por Alemania con la ayuda de su socio de entonces, la Unión Soviética (URSS) que lo hizo el 17 de septiembre. Los combates terminaron oficialmente el 6 de octubre, pero la resistencia comenzó a organizarse de inmediato.
Varias naves de la armada polaca lograron salir del Báltico llegando al Atlántico, para unirse a la lucha, junto a la Royal Navy. El control del aire lo conquistaron rápidamente los alemanes ya que muchos aviones polacos fueron destruidos en tierra, por el ataque sorpresa (de madrugada) efectuado por la “Luftwaffe”.
Pero gran parte de los pilotos se organizaron para huir de Polonia a través de Rumania y llegaron a GB para contribuir en forma importante, en la lucha aérea (“The Batlle of Britain”). Igualmente, unos 100.000 miembros del ejército polaco lograron escapar de su país para unirse a sus aliados. A medida que llegaban se incorporaban al cuerpo de ejército que primero se formó en Francia y luego, en GB.
Hubo diferencias entre la ocupación alemana y la rusa. Una vez vencido, el ejército polaco quedó desmovilizado, los oficiales fueron internados en los “Offizer Lager”. Stalin por su parte, ordenó asesinar a todos los oficiales que se habían rendido. Eran unos 20.000. Diez mil de ellos fueron ultimados en el bosque de Katyn y alrededores en mayo del 40. Al Ártico y a Siberia deportaron a 1.800.000 civiles a trabajos forzados, muriendo la mitad en el primer año.
Los alemanes también apelaron a la “mano de obra” polaca y trasladaron a más de un millón de personas a trabajos forzados en la industria germana. La población judía polaca fue especialmente perseguida y casi exterminada.
Polonia fue partida en tres; la zona oeste, incorporada al III Reich, la Gobernación, bajo ocupación alemana en el centro y una gran zona al este incorporada a la URSS. Los polacos que quedaron bajo las ocupaciones nazi y soviética pronto se organizaron para mantener la identidad nacional y se convirtieron en una amenaza para los invasores. Hacían sabotajes puntuales que traían como consecuencia, tremendas represalias. Proveían información clave a GB. Operaban hospitales clandestinos e impartían educación, prohibida por los nazis, etcétera.
Un gobierno en el exilio se instaló en Londres, con representaciones diplomáticas en el extranjero. Contaba al principio con reservas de oro que había logrado sacar a tiempo. El presidente y jefe de las fuerzas armadas polacas durante los primeros años fue el general Sikorski, con envidiable llegada a Churchill. Murió en un viaje de inspección de tropas al despegar desde Gibraltar. Un sospechoso accidente que coincidió con la visita de militares rusos a esta fortaleza en el ’43.
Los recursos de Churchill, hasta el tratado de “Lend Lease” en 1942 con los EEUU eran limitados, pero no por eso estaba dispuesto hacer la paz con Alemania, por lo tanto, debía apelar a todo su ingenio para combatir a Hitler. Una de sus políticas en la lucha contra los alemanes fue prender fuego a Europa. Movilizar a las fuerzas internas para resistir la ocupación. Esa estrategia tuvo especial éxito en Polonia y Yugoslavia. En Francia poca relevancia, hasta que Alemania atacó a Rusia y los comunistas se dieron vuelta. En Holanda los alemanes infiltraron la resistencia, por lo cual se convirtió en un horrible fracaso.
Pero volvamos a Polonia. Los polacos contaban con un gran ejército clandestino, motivado y bien organizado. El liderazgo dentro y fuera de Polonia tenía pocas ilusiones acerca de las intenciones soviéticas una vez derrotada Alemania y ese momento se avecinaba a medida que los rusos se acercaban a Varsovia. Los polacos sometidos querían demostrar su fuerza y contribuir al esfuerzo. No ser simplemente “liberados por el ejército rojo” sino hacerlo conjuntamente. Pensaban que en la conferencia de paz (no hubo tal), derrotados los nazis, Polonia volverá a ser una nación independiente. Gran error de cálculo. Stalin se deleitó al enterarse de que Varsovia se levantaría. Los nazis le facilitarían la tarea de liquidar a los revoltosos.
Sofocado el movimiento, tres meses después los alemanes, se retiraron al oeste. Los sobrevivientes de la insurrección fueron invitados por la avanzada rusa, a recibir atención médica, alimentos y honores.
Sin embargo, una vez identificados, los fueron liquidando. Cruel demostración de la “real politik” rusa. En febrero del 45 el destino de Polonia quedó sellado. En la Conferencia de Yalta fue la moneda de cambio. Grecia pasó a la esfera rusa británica y Polonia a la rusa.
(*) La película de Polanski “El Pianista” muestra una imagen acertada de la ocupación de Varsovia.
(**) N. Davies: Rising ’44 The Battle for Warsaw, Macmillan, London, 2003, UK.