Después de fritas las tortas vamos a ver cuánta grasa queda, reza el refrán popular.
Y así fue, se acabaron las especulaciones, las operaciones, las estrategias de manual que manipulaban números de encuestas para inducir a un lugar o a otro al votante. Vimos cuanta grasa quedó. Números claros, una reconfiguración de la Coalición: el Partido Nacional con un 26,82%, el Partido Colorado con 16,07%, Cabildo Abierto con 2,48%, el Partido Independiente con 1,70%, y el Partido Constitucional Ecologista con 0,49%.
Una Coalición Republicana con 47,56% superando claramente a un Frente Amplio con un 43,86%.
Se cumplió lo que muchos repetíamos como un mantra, la Coalición llegará a buen puerto distinta que como partió (escribimos La Coalición y el barco de Teseo por setiembre de 2023), pero unida y venciendo a la Oposición. Navegó mares turbulentos, pandemia, sequías, conflictos bélicos internacionales, debates internos por tema seguridad social, egos que no encontraban su equilibrio, errores, horrores, y un largo etcétera. Pero cuando se tiene una misión y espíritu coalicionista es más sencillo sobreponerse a las adversidades. Hay que desdramatizar.
Lo que une es compartir valores comunes y la clara convicción de que no podemos dar ni un paso atrás. Lo hecho por este gobierno es digno de orgullo. En otras columnas hemos compartido números, estadísticas, indicadores, pero hoy quiero enfocarme en el aspecto tan subjetivo como profundo que significa el orgullo de pertenecer a una causa que le ha cambiado la vida a los uruguayos. A veces hay una deuda en ese campo, la gestión tímida que se aleja del pecho hinchado de honra y mirada segura. Hace falta “creérnosla”. Porque por ahí pasa la firmeza que transmite seguridad al relato.
Muchas veces hemos dicho que “dato mata relato” y esta elección me hizo reflexionar al respecto. Creo que a los datos hay que darles relato. Y que la batalla sea relato versus relato, donde va a ganar quien se sostenga con la realidad pero también con ideas y principios. Pero relato al fin.
Porque la contienda electoral no es una batalla de planillas Excel donde en todas las categorías de gestión estamos notoriamente mejor. Si fuera así no habría un respetable 43,86% que se expresó a favor de la oposición. Por lo que significa ser frenteamplista para ellos o por lo que creen que significa ser de la Coalición. Hay mucho de eso, muchísimo. El “voto porque somos esto” y el “voto porque ellos son aquello” es cada día más fuerte. ¿En qué cancha se juega el debate entonces? ¿En el campo de la autopercepción? ¿En el del sesgo de confirmación?.
En este último me quiero detener, porque estamos frente a un error de pensamiento que consiste en buscar o interpretar información que confirme las creencias preexistentes.
Cuando el psicólogo Peter Wason demostró la existencia del sesgo de confirmación allá por la década del 60, sin dudas no pensaba en el debate electoral uruguayo. Pero en mi caso me es ineludible lo contrario, pensar en su desarrollo científico al ver lo que pasa en nuestro país. Este sesgo cognitivo se produce porque las personas prefieren elegir información que concuerde con lo que conoce u opina en lugar del “incómodo” y “peligroso” camino de contrastar con la realidad.
Por eso a Mujica se le permiten por colectivos feministas las barbaridades machistas que en otro político (que no sea de izquierda, claro) serían motivo del inmediato escarnio público. Por eso si una mujer que no es de izquierda marcha en el 8M, los colectivos la sienten como alguien que las invade. El filtro de izquierda hace que pueda más su percepción que la realidad.
Y por supuesto que a la hora de la gestión de un gobierno esto existe. Hay una percepción que va por otro carril distinto al de los hechos.
Para quien piensa así las mejoras en seguridad no existen o no son suficientes. Eligen no ver su fracaso en 15 años, eligen no ver que no compraron un solo escáner para el puerto y este gobierno compró 3, que no compraron un solo avión para controlar el espacio aéreo y este gobierno compró 6, que dejaron de cooperar e hicieron que se retirara la DEA, y este gobierno hizo que vuelva. No reconocen datos objetivos de mejora en todos los delitos, no ven que es la primera vez desde el retorno a la democracia que un gobierno le entrega al siguiente mejores números en seguridad. Claro, reconocerlo es peligrosísimo para su relato.
Para quien piensa así no importa que los nombres que maneja Orsi en su equipo de seguridad sean los responsables de la peor crisis en la materia. Eligen autopercibirse como expertos y exitosos.
El “frenteamplismo” es más amplio que el FA. Está no solo en su orgánica, está en las cooperativas, en las murgas, en el canto popular, en los sindicatos, en las gremiales, en los colectivos. El frenteamplismo es autorreferencial, habla de sí y para sí. Venden desde ahí y se creen su visión de la vida y la sociedad. Que otros hablen de la realidad, ellos tienen la suya. Que otros hablen de datos, ellos tienen su relato.
En esa construcción hay un monopolio de la ética y una estigmatización de lo diferente políticamente. Por eso se posicionan en una zona de confort moral que les hace creer que otros “gobiernan para los malla oro” a pesar de que este es un gobierno que hizo lo que ellos nunca hicieron, como el eternamente postergado Hospital en el Cerro o el Centro de Referencia de Casavalle. Eligen no verlo, no reconocerlo. Porque hacerlo derribaría su relato de monopolio de sensibilidad social. Sería un disparo directo en la línea de flotación de su sesgo de confirmación.
Hay una verdad que nos hará libres, y es que cuando se dice que la batalla es cultural y que hay que ir a fondo. En qué campos, con qué actores, con qué mecanismos y con qué fondos dan esa batalla. Si no quedará en una frase hecha que nos lleva a la pasividad. Rompamos esa incomodidad y salgamos a batallar. Debemos movernos de nuestros preconceptos, nuestros prejuicios, nuestras construcciones históricas. Debemos atrevernos a pensar distinto y aprender de los errores. Enfrentemos la verdad y aprendamos de ella. Nunca más vigente el “veritas liberabit vos” del versículo 8:32 del Evangelio de Juan, porque la verdad y solo la verdad nos hará libres.