La riqueza como entidad no existe. Para los que ya pasamos los 50, reconocemos en Rico McPato (o Tío Rico) un viejo avaro que disfrutaba nadando entre monedas en su bóveda protectora. Incluso, recuerdo que Donald y sus sobrinos tenían un nivel de vida medio y no disfrutaban un solo centavo de aquella “riqueza”. Es que la riqueza no existe: existe la riqueza de Tío Rico, de Donald o incluso la de Tribilín.
Nos hemos acostumbrado a pensar que existe esa bóveda.
Obviamente que Adam Smith hizo lo suyo cuando tituló su libro “La riqueza de las naciones”. Pero si partimos de esa base: la riqueza nacional no la produce el Estado. La generamos día a día los habitantes de este país con nuestra creatividad, nuestra energía, nuestro esfuerzo. Y la riqueza que genera Juan, María o Valeria son de cada uno de ellos, no existe realmente esa suma agregada.
La distribución de la riqueza ocurre cuando hombres y mujeres libres intercambian bienes y servicios, sin coacción. Algunos tuvimos referentes en nuestras familias que nos impulsaron a estudiar, a formarnos -aclaro que soy primera generación de profesionales en mi familia.
Con una buena formación, hay empleos de calidad.
Y cuando pienso en buena formación, me refiero a habilidades académicas (leer, escribir y comprender; sumar, restar y dividir), sociales (poder interactuar con otras personas y ser capaz de respetar al otro) y personales (poder mantener hábitos: trabajar según lo acordado y esforzarse). Cumplido este mínimo: hay empleos de calidad, con muy poca gente excluida y baja pobreza.
Aclaración: El que quiera bajar el Índice de Gini a 0, deje de leer. Le recomendaría que -para empezar- lea Utopía, de Tomás Moro.
Actualmente, existen personas que no lograron incorporar, en las primeras etapas de sus vidas, las habilidades que mencionaba anteriormente. Conozco muchos, con nombre y apellido. A poco de preguntar -y acá sí haría una encuesta- aparecen razones entendibles, generalmente no queridas ni buscadas, referidas al entorno familiar y a la deserción del sistema educativo.
Si hay necesidad de redistribuir de manera permanente es porque el país está fracasando en dar oportunidades reales a las personas cuando son jóvenes y están en edad de formarse para acumular capital humano. Además, una mejora general de las competencias atraería inversiones y trabajos de calidad.
Estoy convencido que el único camino posible es lograr que los uruguayos sean más libres y prósperos. Nada se arregla “sacándole a los ricos para darle a los pobres”. No es deseable un modelo de sociedad donde se le saca a los que tienen más para darle a los que tienen menos. No se trata de “que pague más el que tiene más”, solo la utopía colectivista puede pensar que la sociedad ideal es un conjunto de ricos subsidiando a un conjunto de pobres.
Toda redistribución del ingreso se debería basar en formación, apoyo y herramientas para insertarse en la sociedad. Porque en la imagen del Estado “haciéndole piecito”, el que se esfuerza mayormente es el que quiere subir. Solo en este contexto, es posible un Mides.
No me caben dudas de que la tentación de todo político -del color que sea- es aumentar transferencias para que haya menos pobreza, máxime en año electoral.
Si aumentamos este tipo de “asistencialismo” solamente se justificaría como una medida temporal, con la mirada a mediano y largo plazo, como requisito necesario para lograr personas más competentes e insertas en la sociedad.
Si solo se busca lo inmediato, simplemente nos mostraremos falsamente sensibles a las necesidades de los demás, y ciertamente perpetuaremos el asistencialismo directo, promocionaríamos mayores demandas de “derechos” y profundizaríamos las distancias para atacar los temas de fondo, rumbo al desarrollo.
Siento que estamos aún a tiempo. Siento que necesitamos trabajar en esto para buscar soluciones que sean “piecito”, que el Estado sea -solamente por un tiempo más- un trampolín para los excluidos y no a costa de ser una roca al cuello para quienes podemos esforzamos y generar valor día a día.
Mi deseo es un país con pobreza mínima porque cada persona en este país tiene alguien que lo quiere, oportunidades de formación, oportunidades de trabajo, oportunidades de emprender. Y, obviamente, no existe ni el “derrame” ni la “igualdad de oportunidades”.
Lo que necesitamos las personas son oportunidades, oportunidades y oportunidades.