La gran sorpresa de la jornada electoral ha sido la elección de Valeria Ripoll como compañera de fórmula de Alvaro Delgado. En las horas siguientes, el tema ha despertado pasiones, sobre todo entre algunos blancos que reclaman “más Masoller” en la eventual vicepresidenta, y critican que no se respete antigüedad, tradición o peso sectorial. A nivel de análisis mediático, muchas veces anclado en lecturas políticas algo sepia, también se ha visto esta movida con mirada crítica. Entonces, ¿suma o resta Ripoll?
Hay fuertes argumentos para sostener que aporta más de lo que quita.
Para empezar, esto que estamos haciendo ahora. En vez de hablar de los 400 mil votos del FA, de la fórmula opositora lograda sin mayores traumas (a la vista), o de la baja votación del oficialismo para sus estándares históricos, hoy hablamos de la fórmula blanca. Punto a favor.
Otro aspecto que parece apoyar la decisión de Delgado es que el Partido Nacional volvió a tener una votación baja en la capital del país. Parece obvio que el discurso y las figuras tradicionales de ese partido, tienen un freno que les impide crecer en ciertas partes de Montevideo y zonas aledañas. Qué mejor que alguien como Ripoll, que supo dirigir nada menos que el sindicato municipal capitalino, para intentar romper esa barrera. Podrá salir bien o mal, pero la apuesta no parece descabellada.
En tercer lugar, y en una elección que será definida por la campaña, y por un sector poco politizado de la sociedad, Ripoll reúne varias características interesantes. Es una figura conocida, que sale habitualmente en TV, que tiene una historia de vida “entradora”, y que quita a la fórmula blanca cierto aroma campestre y de barrio acomodado. Si algo muestra la victoria de Andrés Ojeda en el partido Colorado, es que hay un electorado que se fija mucho más en la persona que en el partido. Y Ripoll tiene posibilidades de llegar a votantes, que otros dirigentes típicos del Partido Nacional no han logrado hasta ahora.
Un dato más. Ripoll. si la ha escuchado alguna vez, es una figura política capaz de chocar sin demasiado pudor, ni concesiones, con ciertos discursos de la izquierda. Cosa que a no pocos blancos, parece generarles un complejo difícil de entender.
Sí, es verdad, esta decisión de Alvaro Delgado deja a mucho blanco caliente. Y la historia del PN muestra que las vendettas internas han hecho más por mantener a esa fuerza lejos del poder, que la “influencia directriz”, o el abuso del aparato estatal por sus rivales. Pero el cálculo parece claro. ¿A quién van a votar los enojados? ¿A Cabildo Abierto? ¿Al Partido Colorado? Al final del día, esas fuerzas sumarán votos para el mismo lado de la todavía incipiente “grieta”, que divide a la sociedad uruguaya.
Hay un último aspecto que puede ser visto como positivo de esta apuesta de Delgado. Hasta ahora, si la gente, los opinólogos, hubieran tenido que describir al ya candidato, lo hubieran calificado como un gran operador, alguien con capacidad de diálogo y de zurcir bajo cuerda para lograr resultados. Nadie, absolutamente nadie, lo hubiera descripto como un político audaz, capaz de jugadas ambiciosas y arriesgadas como ésta. El hecho de que hoy nos estemos preguntando si hemos leído siempre mal a Delgado en su carrera política, tal vez sea el principal logro de ésta inesperada llegada de Ripoll a la formula blanca.