Capitalista travestido de zurdo si los hay. Estuvo en Uruguay y se sorprendió porque vino hace 5 años y le entregaron la llave de la ciudad. Hoy no hay hotel que lo quiera recibir. Y no solo en Uruguay. (Lo de la llave de la ciudad no nos extraña. Hasta se la dieron al pedófilo de Daniel Ortega).
Rogelio llega a viejo y su “llamador” es más su postura política que su arte (realmente fue bueno, pero hoy ya no crea nada que impacte). Los progres que pagan compran el cuentito político que les hace. Es un segmento que se siente muy identificado y que no son otra cosa que “su nicho de mercado”. O sea. Las reglas del más salvaje y crudo capitalismo aplicadas a consumidores de odio antiisraelí. Los tipos además van al concierto convencidos que dieron un paso más en su imaginario para aniquilar el “sistema”. Obvio que no falta quien desde su sensibilidad musical recrea con nostalgia un “Wish you were here” o “Another Brick in the Wall”. No deseo generalizar.
La música -tal vez- debería ser aséptica. En fin. No veo mal el compromiso social para el que lo sienta de ese modo. Pero cuando se valen del arte para diseminar el panfleto, estos tipos resultan repelentes. Y más aún cuando difunden ideas de odio. No lo confesará nunca directamente, pero sus declaraciones públicas destilan mucho antisemitismo.
El arte -igualmente- siempre estuvo teñido de algún componente ideológico. Más motivos pues para hacer control de daños.
Por eso es que la música, sus letras y sus artistas emblemáticos deben tener conciencia del mensaje que quieren trasmitir. Los sembradores de odios y con mediano carisma para públicos -no siempre racionales- pueden ser legitimados disparadores de conflictos entre seres humanos. Y lo más indigno es que generan odio y de postre se vuelven ricos.
Hoy la nueva izquierda tiene un mareo “padre”. Su lucha antisistema los coloca a veces en posicionamientos cercanos a algunas ideas nazis. Se identifican con las causas del feminismo y los colectivos lgbt que justamente son las minorías prohibidas por Irán (país que alimenta a Hamás). Waters les mete el cuento palestino protegiendo un accionar terrorista que usa a los palestinos de escudos humanos. Pobre gente. Compran cualquier verso.
No se dan cuenta que ese músico usa el sistema capitalista para venderles discos y entradas. Un fenómeno. Sin dudas. Cuanto más polémica se arme y más boicot le hagan, más apetencia genera en el segmento de público escogido por Waters. Si esto no es ley de “mercado” y confesión de uso del capitalismo, no sé qué otra cosa podría explicarlo mejor.
El capitalismo es el sistema más inteligente que existe. (Imperfecto sin dudas, pero insuperable hasta hoy). Es ineludible hasta para sus detractores.
La lógica de mercado convierte a un agitador “perseguido por hoteles” en una atracción musical.
Muchos creen que es un idealista.
¡Esto es por GUITA, ROGELIO! Ya nos dimos cuenta. Pero ojo con el mensaje de odio que inspiras. No solo puede ser un boomerang. También pueden generar una espiral de conflictos raciales y religiosos con daños colaterales incalculables.
Lo tuyo Rogelio is for MONEY (lindo tema tuyo). ¡No me la dibujes!