Chile tendrá nueva constitución y dejará atrás la aprobada en la última dictadura, pero será de una forma que nadie esperaba cuando esto se inició. Los encargados de escribir este nuevo texto serán aquellos que no tenían ningún interés en cambiarla. El fracaso del proceso constituyente es brutal y quedó plasmado el domingo pasado con la victoria del Partido Republicano. Lo sucedido creo que guarda una muy importante lección para todos los que hacen política.
Desde hace muchas décadas, por distintos motivos, en Uruguay seguimos con mucho interés lo que pasa en Chile. Tratando de entender lo sucedido, si hay que buscar una sola explicación al enorme viraje político es el gran nivel de soberbia de la izquierda que fue mayoría en la primera constituyente. Los autoproclamados “representantes de la gente” creyeron que su victoria era definitiva, su razón absoluta y al resto solo le quedaba aceptar su inferioridad.
Daniel Stingo, un integrante del Frente Amplio chileno, decía esto luego de ganar cómodamente las elecciones a la primera constituyente: “los grandes acuerdos sí, pero los grandes acuerdos los vamos a poner nosotros, y los demás deberán sumarse”. Con esa soberbia y prepotencia encararon la discusión de una nueva constitución. El texto que aprobaron era un rejunte de lugares comunes de personas sobreideologizadas muy lejos del sentido común de las personas. El rechazo recibido fue aplastante.
¿Cómo la sociedad chilena que votó a Boric ahora apoya masivamente a Juan Antonio Kast? Casi siempre prefiero las explicaciones simples. Creo que la inmensa mayoría de la gente funciona pragmáticamente y no por ideología. El apoyo que dieron a esa nueva izquierda no quería decir que estuvieran alineados con una agenda muy ideologizada y refundacional de la sociedad chilena. El centro y el sentido común siguen siendo el eje a conquistar.
La victoria es peligrosísima, es muy fácil emborracharse luego de un triunfo arrollador. El ser humano es muy vulnerable a la soberbia, a creer que su triunfo es final. Lo primero que debe recordarse a cualquiera que se vea bendecido temporalmente por el apoyo ciudadano es ser humilde. Ninguna victoria es definitiva.
A la izquierda chilena el boomerang le pegó en la frente. El estallido social sin precedentes que iba a refundar Chile terminará en una nueva pero conservadora constitución escrita por el partido más a la derecha del espectro político.
Aprender en la derrota a partir de los errores propios no tiene gran mérito. Es casi obligatorio y tiene costo. Lo verdaderamente meritorio es lo que le propone el Presidente Boric a Juan Antonio Kast y el Partido Republicano: “no cometan el mismo error que cometimos nosotros”. Saber que el voto siempre es prestado y que las grandes mayorías no están pendientes de las discusiones politiqueras o ideológicas. Juan Antonio Kast hábilmente parece haber percibido esto, y notar que el domingo se le presentó la oportunidad de moderar su imagen y sembrar su camino al Palacio de la Moneda