San Rafael sí, ¿y después qué?

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DIEGO FISCHER
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Al cierre de esta columna se firmó la concesión del casino San Rafael. Un representante del empresario Giuseppe Cipriani, acudió a la cita dos veces postergada.

La comparecencia debe haber serenado los nervios de las autoridades, no sé si a los vecinos de la zona que desde siempre se opusieron al proyecto. Tal vez a mediano plazo, vean que el enorme cráter que dejó la demolición del emblemático edificio del Hotel San Rafael comience a ser rellenado por los cimientos del nuevo emprendimiento.

El proyecto de San Rafael, cambió hace ya un tiempo el paisaje de la Rambla de la Brava y vino a sumarse a la ola de demoliciones de enormes y extraordinarias construcciones que se registra en la zona.

En lo que parece ser una fiebre incontrolable, la Rambla de la Brava ha caído también en el proceso de destrucción de residencias que le dieron identidad y personalidad al barrio San Rafael primero y a su vecino barrio Golf casi en simultánea. Esto sucedió a comienzos de la década de 1940 y hasta finales de 1950. La mayoría de las espectaculares fincas fueron construidas por el arquitecto argentino Arturo Dubourg (1912-2003). Se estima que Dubourg diseñó más de un centenar de casas de grandes dimensiones con enormes parques y jardines a su alrededor. No fue el único, en la década de 1970 el arquitecto uruguayo Samuel Flores Flores (1933-2017) desembarcó en la Península con su arquitectura blanca y contribuyó a darle identidad también a la zona. Con Flores se dio la paradoja que sus Torres Blancas, un conjunto de casas construidas en Rincón del Indio fueron demolidas a poco de inaugurarse y reemplazadas por un edificio de apartamentos. Luego de transformarse en una montaña de escombros, Torres Blancas fue premiado por una de las sociedades de arquitectos más prestigiosa de Estados Unidos.

Punta del Este sabe de cambios y transformaciones radicales. A fines de 1970, la Península cambió para siempre su fisonomía. Sucedió en el la época de la plata dulce , del dame dos, cuando los dólares baratos de los argentinos se convirtieron en enormes torres de apartamentos. La especulación financiera vestida de progreso volvió a arremeter con fuerza en la década de 1990. Allí arrasó con los chalets de la Mansa y el resultado está a la vista. Desde entonces Punta del Este ha vivido en estado de permanente cambio, supeditado a los vaivenes de la economía argentina. Esas oscilaciones han llevado a que las autoridades municipales en las últimas décadas hayan modificado reglamentaciones y aprobado excepciones . El argumento ha sido siempre el mismo: generar fuentes de trabajo.

Lo cierto es que la ola de demoliciones se instaló en la Brava y tiene en la mira a las grandes residencias de Dubourg que están frente al mar o se recuestan desde San Rafael o Barrio Golf. Son la grifa de esta parte del balneario.

Hoy se da una bienvenida oleada de extranjeros y criollos que vienen a radicarse a Punta del Este de manera permanente. Buscan calidad de vida y el contacto estrecho con la naturaleza. También demandan buenos servicios y en su enorme mayoría eligen casas para vivir . Sería bueno que la preservación de las casonas de la Brava y sus barrios aledaños fuera una política Municipal y de Estado en su conjunto. Si algo sabemos hoy que lo único innegociable debería ser el respeto y el cuidado de la naturaleza y aquello que el hombre construyó en comunión con ella.

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