Saravia y un nuevo pasado

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El 10 de setiembre se cumplieron 120 años de la muerte de Aparicio Saravia. Debo a Manuel Flores Silva la inteligente y sutil sugerencia, hace ya un cuarto de siglo, de que estudiara un poco mejor la figura de Eduardo Acevedo Díaz (E.A.D.). Y debo a la buena biblioteca política de mi bisabuelo colorado no batllista Ernesto Julio Ugarte, que naturalmente heredé, un ejemplar de “La vida de batalla de E.A.D.” escrito por E.A.D. (hijo) en 1941.

Nuestro nuevo sistema político se fue formando en etapas. Primero, con el surgimiento y consolidación del Frente Amplio (FA) entre 1971 y 1994, hasta alcanzar un tercio del total del electorado en lo nacional. Con la Constitución de 1997 fue el segundo tiempo (1997-2015), donde están los triunfos del FA con mayoría parlamentaria absoluta entre 2004 y 2014, y el cambio radical de lugar ocupado por el Partido Colorado. Finalmente, la tercera etapa que hoy vivimos se inició con el entendimiento cabal de esas reglas de juego y la consecuente formación de la Coalición Republicana (CR) protagonizada sobre todo por blancos y colorados, que fue incipiente en 2015 en Montevideo, y se ensanchó y triunfó en 2019 a nivel nacional.

Los partidos de la CR precisan para el actual tiempo político una nueva narración de sus pasados. En efecto, desde 1985 la Historia nacional se ha preocupado sobre todo de contar acerca de la izquierda con un objetivo pro FA. Hacia atrás, dejó estancada la visión de un país conformado por patrias subjetivas inamovibles: un blanco jamás podía transformarse en colorado, ni viceversa. Al mismo tiempo, ese relato justificó el pase al FA de los progresistas de ambas patrias por razones ideológicas. Y cuando narró los numerosos acuerdos interpartidarios que jalonaron los setenta primeros años del siglo XX, por ejemplo, los interpretó siempre con sus lentes zurdos de pactos conservadores (los de Terra con Herrera, por ejemplo), o de pactos progresistas (los del batllismo con los blancos independientes, por ejemplo).

La nueva lectura del pasado es muy necesaria porque si se hurga bien, desde la “Tierra Charrúa” de Herrera hasta la posición de E.A.D., por ejemplo, hay un gran hilo conductor acuerdista sustancial entre los partidos protagonistas de la CR. No fusionista, porque el asunto de la fusión es tan premoderno como definitivamente fracasado desde la época de Bernardo Berro. Pero sí de convergencias políticas de fondo que demandan que los partidos de la CR miren hacia atrás y que, sin las lecturas izquierdistas que desde hace al menos 40 años interpretan nuestro ser nacional, resignifiquen su Historia. Los partidos de la CR precisan narrarla con sesgo republicano y abarcador, para abrazar así la síntesis compleja y plural de la cual son hoy protagonistas.

Por ejemplo, en estos días en que los blancos recuerdan a Saravia: E.A.D. no fue un traidor por votar a José Batlle en 1903. Como bien escribió mi amigo Lincoln Maiztegui, de quien se cumplieron 9 años de su muerte el 11 de setiembre: “ya que las circunstancias políticas determinaban que los blancos debían votar por un candidato colorado, Acevedo Díaz decidió inclinarse por el mejor de ellos. Resulta difícil de entender que algo tan claro y sencillo haya sido casi sistemáticamente pasado por alto”.

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