¿Se frenará el impulso?

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Tras las elecciones de 2019 escribí un libro llamado “Tiempo de cambio” en el que desarrollaba la idea de que a partir de ese momento se iniciaba una nueva etapa en la vida del país, una inflexión respecto al proceso que arrancó en 1985 con el retorno democrático.

Entre otras cosas recuerdo haber dicho que en su modo de relacionarse con la gente y desplegar empatía, Yamandú Orsi recurría al mismo manual usado por Luis Lacalle Pou. Ello fue crucial para su desempeño como candidato y explica (en parte) por qué triunfó.

De todos modos, Orsi no está usando los otros manuales de Lacalle. Los que indican cómo ser un lúcido estratega o presentarse como un gobernante con objetivos claros, aplomado, con visión, liderazgo y condiciones para el mando.

En ese terreno a Orsi se lo ve poco preparado, titubeante e inseguro; solo el ejercicio de la presidencia permitirá saber si tal observación es correcta o no. Es que si bien el futuro presidente es una figura conocida, nadie sabe bien qué propone, cómo actuará, ni cómo responderá a las inevitables presiones que vendrán desde el propio Frente y desde la Central Sindical. Por ahora se apoya en Alejandro “Pacha” Sánchez, político que viene del carozo del MPP y que por lo tanto podría imaginárselo como un radical incurable. Sin embargo, se mueve con tacto y buen olfato político y por cierto con mucho más nivel y altura que otros correligionarios suyos de su misma generación como Daniel Caggiani, Sebastián Sabini, Gonzalo Civila y aunque no es tan locuaz como Óscar Andrade, sí es más centrado.

El Frente Amplio que asumirá el gobierno en marzo en poco se parece al que se conoce desde 1971. Durante esas décadas procesó muchos cambios, es cierto, pero dentro de un similar perfil. Ahora es otra cosa, aún compleja de definir.

Predomina un MPP que se convirtió casi en sinónimo del Frente. Los tupamaros siguen estando en ese movimiento que ellos fundaron, aunque también mantienen una existencia paralela, como una logia secreta y con un radicalismo que asombra.

A ese MPP se sumaron frentistas que vienen de grupos moderados hoy desaparecidos. Por lo tanto, ¿es tan radical como su historia lo delata o ahora pasa a ser un grupo que abarca todo el abanico, lo cual lo impulsa a moderarse? Lo probable es que, como ya sucedió, radicales y moderados, fuera o dentro del MPP, sigan viviendo en constante tensión interna.

Orsi empezó a presentarse de manera más formal, de la mano de sus asesores de prensa (algunos más vale perderlos que encontrarlos) y empiezan a manejarse varios nombres para el gabinete, todo todavía dentro del terreno de la especulación.

El triunfo del Frente ocurre en un contexto nada habitual al tratarse de un caso de alternancia. El país no vive una crisis económica, los indicadores (empleo, nivel de ingresos, inflación) muestran que está mejor que cuando el actual gobierno asumió. Se resolvieron temas complejos como el de la seguridad social (respaldado por una consulta popular), con lo cual el Frente queda liberado de un asunto que le resultaría incómodo. Dado el muy buen manejo de la pandemia, el país salió bien, sin más traumas que los inevitables. Tampoco hubo un desgaste de sus principales figuras.

Por lo tanto el electorado cambió de gobierno pero no para corregir una herencia maldita. Es como si hubiera optado por otro partido para seguir en el mismo camino. No se reclama un cambio de rumbo. Raro como parece, así es. En todo caso, lo preocupante sería que, parafraseando a Carlos Real de Azúa, este gobierno le ponga un freno al impulso tomado en estos años.

Eso lleva a preguntarse cómo es que en este contexto, el gobierno perdió. Da para muchas reflexiones que compartiré en siguientes columnas. El diputado electo Gerardo Sotelo sostuvo que pese a lo mucho que se repite, al final el dato no mata el relato. Lo que importa es justamente, el relato construido desde la mentira.

La gestión del gobierno fue muy buena y por eso tuvo un alto índice de aprobación. Pero el relato ficticio de que no hizo nada y que nada mejoró, caló en mucha gente.

Esto lleva a pensar (y sobre esto advertí en anteriores columnas) que el problema no es tanto que el relato pudo más que el dato (lo cual es cierto, como dice Sotelo) sino que faltó la capacidad de convertir el dato real, estadístico, irrefutable en un relato. Un relato con magia y emoción, con capacidad de movilizar, solo que basado en hechos verdaderos y no en mentiras. Se pudo hacer, pero por algún motivo, los dirigentes intermedios de los partidos de la Coalición, estuvieron omisos y deberán responder por ello.

Si en 2019 dije que había llegado un cambio de época, no era solo por el triunfo de Lacalle Pou; en todo caso, él personalizaba un proceso que lo trascendía y no excluía al Frente Amplio.

Habrá que ver que ofrece de nuevo este Frente tan distinto, a un país que nada tiene que ver con el dejó al concluir su gobierno cinco años atrás.

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