MARÍA JULIA POU
Hace más de dos mil años, en el corazón de Judea, en Belén (Bethlehem: casa del pan), nació el Niño Jesús. Este acontecimiento, el más importante cualitativamente en la historia de la humanidad, ocurrió en el que hoy es territorio palestino aunque Jesús fuera después y para siempre vecino de Nazaret, en la Galilea, territorio del estado de Israel.
Un imaginario puente entre estas dos ciudades podría ser, se ha intentado que sea, una vía para que en la bien llamada Tierra Santa, floreciera la paz, pero todos sabemos dolorosamente que no es así, menos aún en estos terribles días. No pretendemos nada más que agregar a las discusiones que en todo el mundo se centran en la batalla de Gaza el recuerdo de las líneas históricas modernas de estos enfrentamientos cuyo origen primero se pierde en la noche de los tiempos.
En estos meses se ha conmemorado el 60º aniversario del reconocimiento del Estado de Israel por parte de la comunidad internacional. La partición de la entonces denominada Palestina ofreció a los propios palestinos y a través suyo al mundo árabe, una solución territorial que, a la luz de un conflicto que ha durado tanto como los años de existencia del estado judío, hoy parece más que nunca, increíble que se haya desechado. Pero así fue. Proponiéndose "echar los judíos al mar", fue que se inició la guerra contra la nueva pero milenaria nación, con el resultado conocido, como ocurrió todas las demás veces que se apeló a la guerra como mecanismo.
Es preciso remontarse hasta esos tiempos para dejar en claro que el Estado de Israel, si bien ha sido reconocido por algunos de sus vecinos, es la única nación en el mundo a la que jefes de estado le niegan el derecho a la existencia.
Desde nuestra perspectiva de país pequeño, que tuvo que defender fieramente su independencia que durante mucho tiempo no fue bien vista por sus vecinos, comprendemos mejor que muchos lo que significa que a la propia patria se le niegue el derecho a existir.
Por ello, y mientras continúe este irracional rechazo que no es mera posición intelectual sino que está avalada por tremendos poderes militares y económicos, nuestra posición será de respeto por la lucha de Israel para mantener su existencia.
No implica ello avalar todas la actitudes de esta nación amiga, pero sí un "a priori" que se justifica por sí mismo. En las actuales circunstancias, más allá del sesgo anti Israel -anti judío, anti semita- que la mayoría de la prensa del mundo ha demostrado, por supuesto que condenando la muerte de inocentes y el uso de la fuerza, es preciso recordar cómo se inicia la actual batalla. Hace meses que las autoridades judías reclaman que cese el ataque indiscriminado mediante cohetes disparados por la organización terrorista Hamas. Estos aparatos salen de la franja de Gaza y apuntan para cualquier lado del territorio de Israel, no tienen otro objetivo que sembrar el terror, matando a quien encuentren a su paso.
Hace meses que se advierte a los responsables sin mayor respuesta. Lo que hoy lleva a las tropas de Israel a buscar eliminar específicamente los lugares desde donde se ataca su territorio, es una actitud de defensa propia justificable en toda su acepción jurídica. Bueno es recordarlo sin perjuicio de desear la paz para toda la región.