Silencio sepulcral

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Duele comprobar que predomina cierto acostumbramiento a vivir en una ciudad sucia y descuidada como Montevideo.

El 40% de la población de nuestro país vive concentrado en esta pequeña porción del territorio nacional. Se podría esperar que la capital fuera un ejemplo, pero ciertamente no lo es en materia de limpieza y salubridad.

Basta comparar su estado diario con cualquier otra ciudad de los países vecinos -para no ir más lejos-, o simplemente con las del resto del país, para comprobar los pésimos resultados de la gestión de residuos que las administraciones departamentales cosechan en las últimas décadas.

La información oficial es que la basura capitalina se recolecta las 24 horas, mediante un sistema de contenedores (13.000) y camiones especializados (?) para dar cumplimiento al cometido de recolección domiciliaria y barrido en espacios públicos, basurales y calles.

Se trata de unas 1.200 toneladas diarias que deben ser recogidas, transportadas y depositadas en el deplorable basurero de Felipe Cardoso.

Irrita constatar frecuentemente en la mayoría de los barrios montevideanos los contenedores desbordados de basura, transformando su entorno en islotes de mugre, de restos orgánicos y plásticos muy contaminantes, persistentes durante varios días hasta que la recogen; y el problema vuelve a empezar.

Las autoridades municipales le echan la culpa a los vecinos, al sindicato, a quien sea, pero nunca asumen la propia, o sea su incapacidad de dar soluciones exitosas a uno de los cometidos más esenciales inherentes a la tarea para la cual el elector los eligió como administradores de la ciudad.

Este argumento falaz cae por su propio peso si simplemente nos detenemos a observar la situación de limpieza en ciudades mucho más populosas que Montevideo.

Ahora que estamos en vísperas de una nueva elección departamental, volvemos a escuchar de los candidatos oficialistas expresiones de que el tema de la basura les preocupa, ¡que la situación actual no les conforma!, y que realizarán mejoras sustantivas, pero sin entrar en detalles de cuáles son.

Duele decir que Montevideo es una ciudad mugrienta. Pero ese descuido no es resultado de una política impositiva de bajo impacto para el bolsillo de los capitalinos, que genera magras recaudaciones para encarar la solución del problema de manera profesional y eficiente. Por el contrario, vivir en Montevideo resulta muy caro.

Y aunque el Gobierno Departamental recauda 2 millones de dólares diarios, los resultados de tan abultada “caja” no se reflejan ni por asomo en la calidad de los servicios que se brindan al contribuyente.

Ni siquiera los medios de comunicación -que son una gran “caja de resonancia”- siempre necesitados de información relevante, para comentar y discutir asuntos de interés general que afectan la calidad de vida de las personas, se hacen eco de este grave y endémico problema, con impacto directo sobre la salud pública.

Reina un silencio sepulcral en la mayoría de los medios, eludiendo con esa postura su principal responsabilidad profesional, como si el hecho de no informar hiciera desaparecer el problema. Debería haber una escueta información diaria, o por lo menos semanal, del estado de situación de la basura en las calles y espacios públicos de la capital para contribuir a la solución del problema.

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