¿Tan largo me lo fiáis?

Escribió Italo Calvino que “un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir”. Es un atributo sublime que identifica a las grandes obras literarias. Lo vimos hace un par de semanas, con la clarividencia de Shakespeare al preanunciar en Macbeth a Nicolás Maduro. Hoy lo veremos nuevamente en cómo el mito del Don Juan revive en el comportamiento electoral de muchos uruguayos.

Mirando las recientes encuestas sobre el escabroso plebiscito del Pit-Cnt, extrañamente me vino a la memoria el verso del título, que Tirso de Molina incorpora como impactante leitmotiv del personaje en El burlador de Sevilla.

Según las empresas encuestadoras, la iniciativa de injertar demagogia en la Constitución y afanar los ahorros de los uruguayos no genera tanta adhesión como la de los allanamientos nocturnos, pero el porcentaje de quienes anuncian que la votarán no es nada despreciable, y a ello se suma un porcentaje de no respondentes que están peligrosamente desinformados.

La combinación es explosiva, porque la fórmula del FA ya se pronunció en contra con tibieza y elude el tema lo más que puede. Y para mi preocupación, los partidos de la coalición tampoco le ponen mucho calor.

Supongo que unos y otros calculan que la gente hará caso a los presidenciables y no ensobrará el mamarracho, con lo que mencionarlo sería contraproducente.

Sin embargo, hay dos ejemplos que desmienten esa presunción. El primero fue el de la llamada “maxirreforma”, una iniciativa plebiscitaria que en los años 90 pretendía instalar el voto cruzado entre autoridades nacionales y departamentales en la misma fecha, además de eliminar el carácter honorario de la función de edil. Todos los partidos políticos estaban de acuerdo, pero la gente no ensobró la papeleta. En aquella oportunidad se interpretó que los cambios eran resistidos por los dirigentes zonales, esos que en Argentina llaman “punteros”.

El otro caso que recuerdo es el del referéndum contra la legalización del aborto: los candidatos de la época estaban mayoritariamente en contra de la ley de interrupción del embarazo, incluso Tabaré Vázquez. Creo recordar que a favor solo estaban Sanguinetti y Mujica. Pero la respuesta popular a la iniciativa de habilitar un referéndum fue de un magro 9%.

Hay que entenderlo de una vez: existen temas políticos en los que las fidelidades a partidos y dirigentes no se respetan, y el plebiscito del Pit-Cnt tiene todas las condiciones para ser uno de ellos.

¿Qué más quiere una persona desinteresada de las reglas de la macroeconomía, que jubilarse más temprano y con aumento? ¿Qué puede sonar mejor a oídos desinformados que eliminar el lucro en el ahorro previsional?

Veo un Brexit yorugua en el horizonte cercano, ante la pasividad de los políticos que, en lugar de educar sobre sus riesgos, soslayan el asunto para no caer antipáticos. Acá está faltando un Jorge Batlle que cante la justa.

Es verdad que la gente no es tonta, y que si gana ese plebiscito intentará retirar lo más rápido posible sus ahorros individuales de las AFAPs, cual ratas huyendo del naufragio. Pero a muchos, quizás a demasiados, no les importará el descalabro de la economía, los juicios internacionales, el alza del riesgo país, la huida de las inversiones y ese largo etcétera de calamidades que sucederá a tan disparatado cambio en las reglas de juego.

Los técnicos dicen que con la plata confiscada a los ahorristas dará para rellenar el agujero de las cuentas públicas unos 10 años, acaso 13.

Los que estamos cercanos a jubilarnos, de fiesta. Pero nuestros hijos, ¿qué?

Menuda irresponsabilidad la de los bolches y latas que nos metieron en este lío.

Tengo la dolorosa certeza de que muchos uruguayos -acaso la mitad más uno- comprará el paquete, por lo mismo que el Don Juan de Tirso de Molina elegía los placeres efímeros y desdeñaba la valoración ética de sus actos.

Cuando le dicen: “Pues vete con Dios y advierte / que hay castigo, infierno y muerte”, Don Juan replica: “¿Yan largo me lo fiáis?” Mira al corto plazo, sin darse cuenta de que muy pronto, la estatua del comendador le estrechará la mano con la suya de mármol y lo mandará directo a ese infierno ya advertido.

No me puedo olvidar de una puesta del inolvidable Eduardo Schinca, donde un joven Levón, caracterizado como monumento funerario y rígido como piedra, movía el brazo en cámara lenta hasta apretar la mano de Delfi Galbiatti, matándolo, en esa metáfora perfecta de la trascendencia derrotando a la temeridad. O el Don Giovanni mozartiano -admirablemente llevado al cine por Joseph Losey- que elige la misma muerte para su personaje.

La metáfora podría adaptarse al Uruguay del próximo octubre de otra manera: si gana el plebiscito, los uruguayos no enfrentaremos a una estatua vengadora, pero nos chocaremos en poco tiempo contra una pared de la misma consistencia.

Cuidado con el votante Don Juan, que en octubre puede preferir las delicias de una jubilación temprana y abultada, al castigo inevitable de una economía nacional en bancarrota.

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