Tartufos ¿arrepentidos?

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¿Qué ha sostenido el Frente Amplio desde 2020? Que el gobierno es corrupto y se ocupa de beneficiar a los más ricos, sin contemplar las necesidades de las clases medias y populares, aumentando así la pobreza y la desigualdad. ¿Qué precisa para dar credibilidad a semejante visión? Casos de corrupción que involucren a jerarcas del gobierno, por un lado; y por otro lado, datos estadísticos y voces autorizadas que den argumentos técnicos y académicos a su diagnóstico.

La parte de la corrupción la arma esencialmente con tres casos: Penadés, cuyo juicio aún no se terminó y cuya acusación es personal y no política, pero que la izquierda quiere hacer creer que hubo connivencias o favoritismos oficialistas en su favor; Marset, cuyo pasaporte no podía no serle otorgado, por disposición fijada en gobierno de Mujica, pero que la izquierda utiliza como ilustración de una pretendida connivencia oficialista con el narcotráfico; y Astesiano, que ya fue procesado con prisión, pero que la izquierda quiere hacer creer que fue una pieza clave de una corrupción generalizada (que aún se oculta).

Más compleja de armar es la trama económica. Porque, luego de la pandemia, hay muchos datos que señalan que el relato del FA no es verosímil: hoy, el salario real es el más alto del último medio siglo; hay mayores ingresos en los hogares, más gente empleada y menor informalidad que en 2019; la inflación es la más baja en 18 años; la desigualdad no presenta grandes cambios desde 2014; y la pobreza a partir de 2022 bajó a niveles similares a 2019.

Frente a esta realidad la izquierda ha recurrido a lo que aquí he dado en llamar tartufos: economistas que fungen de objetivos y serios académicos y que, desde esos lugares reconocidos y legitimados, operan subrepticiamente en favor del relato del FA. El último ejemplo, diáfano, refirió a una grafiquita de la consultora Ex Ante lanzada en red social, cuya visualización no deja lugar a dudas: detrás de la mejora de ingresos de los hogares señalada por el gobierno, en realidad se esconde una mejora solo para el quintil de los más ricos. ¿Quién se atrevería a poner en tela de juicio lo que afirma una consultora seria y reconocida? ¡Ved allí entonces la verdad del diagnóstico del FA!

Antes, estas patrañas de tartufos pasaban olímpicas. Hoy, por la igualdad comunicacional de las redes, porque hay una nueva generación oficialista atenta a estas cosas, o porque, quizá, se le preste atención al ejemplo argentino de un mileísmo confrontativo que no se calla más frente a la mentira zurda, lo cierto es que en un par de días quedó claramente de manifiesto que lo de la grafiquita era una manipulación al servicio del FA, a 20 días de la elección, y de la peor estofa: en el período de tiempo, y en el tipo y categorización de ingresos comparados. Tan así es, que el responsable de la consultora, en una especie de encomiable arrepentimiento metodológico, reconoció luego las limitaciones de la grafiquita.

Hay dos conclusiones del episodio. La primera es que la categoría de análisis es pertinente: Tartufo es clave para la estrategia frenteamplista. Hay que denunciar sin miedos, pues, sus imposturas. La segunda: para las elecciones de primavera su protagonismo será a cara de perro, y sus arrepentimientos tenderán a cero.

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