VÍCTOR H. MORALES | VOLVIENDO DE LA CANCHA
Con cierta reticencia del invierno, la primavera se presentó fría y gris, pero entibiada por un partido vibrante y bien jugado en la Bombonera. Al cabo de 59 años, Tigre se dio el gusto de derrotar a Boca en un estadio que se mostró perplejo desde el principio, cuando en 15` la visita ya ganaba 2 a 0.
La reaccion de Boca fue magnífica y el cuarto de hora inmediato fue copado por Battaglia, eje de un fútbol atildado, de toques y triaungulaciones que parecían desmentir el resultado adverso. Y Boca empató para trasladar a las tribunas la certeza de su triunfo. Iban solo 30` y el espectáculo había devuelto con creces el precio de la entrada. Había más: Martín Morel, una de las figuras del partido que ya había convertido con un excelente tiro libre, envió un gran disparo de bolea desde afuera del área para demostrar que Trigre no se amilanaba ante la rebeldía del reanimado Boca.
Todo lo que vino después, aún con un cierto declive estético fue apasionante, afrontado con gran entereza y sin renunciar a la saludable intención de jugar bien al futbol. Boca estuvo condicionado por la expulsión de Battaglia, una correcta decisión del arbitro Furchi. El hecho parecio clausurar la expectativas boquenses, pero en el 2° tiempo nadie advirtió que había un jugador de diferencia. Es que el partido se planteó con dominio del equipo de Ischia, y una ladina disposición de Tigre para la contra, y ofreció una contienda pareja, incierta y dramática, resuelta a favor de la gente de Victoria como premio, acaso excesivo, a su apego a un buen estilo y la defensa obstinada del final.