Tirarle la cola al tigre

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matías chlapowski
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Es imprudente, diría uno. Otros por razones varias, argumentan de su necesidad y allí estamos al borde del estrecho de Formosa, donde se encuentran desplegadas las fuerzas militares de una de las grandes potencias nucleares de nuestro frágil planeta.

Con vuelos rasantes y provocadores y disparos de cohetes. Donde un error puede desencadenar acontecimientos realmente desaconsejables.

El actual malestar proviene de la visita de Nancy Pelosi (D) la poderosa “speaker” de la Cámara de Representantes, tercera en la línea de sucesión presidencial de los EE.UU., quien visitó Taiwán, hace unos días, cuyos coletazos se empezaron a sentir de inmediato. ¿Qué habrá pergeñado esta movida en el tablero político?

A primera vista parece ser una jugada imprudente, dada la coyuntura mundial. China interpreta esta visita como una advertencia para que no se le ocurra una aventura comparable a la rusa en Ucrania, señalando de esa forma el apoyo norteamericano al “statu quo” de la isla al que el Gobierno de China desea cambiar, para incorporarla bajo su mando. Otros sugieren que podría ser que el pensamiento de algunos haya evolucionado (Pelosi) acompañando a los más jóvenes de Taiwán, quienes desean continuar siendo una democracia y llegar a ser un país independiente con todas sus prerrogativas. Hasta ahora el relato es que hay una sola China y Taiwán es parte de ella. Cambiar esto lleva implícitos serios riesgos.

Cuando se gestó el revolucionario acercamiento entre China y EE.UU. en 1972, este espinoso tema amenazaba con trabar el acuerdo y fue cuando Mao y Nixon, acompañados por Zhou Enlai y Kissinger, acordaron dejar lo del status de Taiwán en el congelador, para una futura solución. Quedaba claro que la ambición de Beijín de incorporar a Taiwán a su seno no cambiaba, solo se postergaba.

La excursión de Pelosi no deja de inquietar e irritar. Las relaciones internacionales en EE.UU. son un resorte del poder ejecutivo y no de los legisladores. Este tipo de desinteligencia confunde, abona lo ambiguo de Norteamérica, respecto de sus compromisos internacionales en general y vis a vis el futuro político de esta isla, en particular.

¿Cuándo podría iniciarse el cambio y cuál sería la coreografía? El actual momento no puede ser el adecuado pero los tiempos parecen acelerarse, consecuencia de la desestabilización provocada por Rusia con su invasión a Ucrania. Convendría tomar como ejemplo la negociación del traspaso de poder en Hong Kong. “Una China, dos sistemas”. Otras opciones parecen peligrosas, pero no por ello dejan de surgir propuestas de improbable éxito, que atizan unos y otros. Además, existe una importante diferencia. Taiwán se gobierna ella misma. La figura de G.B. no es asimilable a la de EE.UU.

¿Cómo comenzó el actual embrollo? La isla de Taiwán (o Formosa) fue descubierta por navegantes portugueses en el siglo XV y de allí en más pasó a ser de interés para muchas potencias. Sus aborígenes eran de origen polinesio, pero con los años fueron llegando inmigrantes de China en busca de tierras y oportunidades. El sur fue colonizado por los holandeses, por los españoles el norte y brevemente conquistada por Francia. Pero luego los europeos se fueron y entró China. En 1895, durante la dinastía Qing, se cedió al Imperio japonés la isla de Formosa, (convenio de Simonosaki) al finalizar una guerra entre ellos y la isla pasó a ser parte del Imperio del Sol Naciente, hasta su derrota en 1945 al terminar la II Guerra Mundial. Los vencedores devolvieron Taiwán a China, gobernada entonces por el Kuomintang (nacionalistas). Ni bien terminada la lucha contra los japoneses 1945, los nacionalistas-liberales y los comunistas se enfrascaron en la cruel guerra civil, que ya venía de antes y en la que triunfaron los seguidores de Mao Zedong.

El derrotado gobierno nacionalista al mando de Chang Kai-shek se refugió en Taiwán para seguir luchando. Con la idea de eventualmente liberar al resto de China del yugo marxista. Entre 1947 y 1948, más de 1.200.000 personas lograron escapar del continente a la isla que entonces tenía 6.900.000 habitantes.

Hubo momentos de gran tensión años atrás, pero la conquista de la isla por el régimen comunista era una hazaña demasiado grande ya que se encuentra a una distancia promedio de 180 km. paralela a la costa china. Con el tiempo se apaciguaron las tensiones, murieron Chang Kai-shek y Mao y se logró una convivencia razonable entre ambos bandos. Taiwán nunca abjuró de ser parte de China y pretendió representar sus intereses. Con el tiempo debió ceder sus pretensiones. Recordemos que al principio integraba el Consejo de Seguridad de la ONU como miembro permanente con derecho a veto.

Al reintroducir el capitalismo, Beijing se fue transformando en una gran potencia económica, exigiendo a otros países desconocer y aislar al gobierno de Taiwán. Algo que ha ido logrando en forma paulatina. En el caso de Uruguay, esto ocurrió durante el primer gobierno de Sanguinetti. Hoy día, solo un poco más de 12 países aún mantienen relaciones diplomáticas con Taiwán, como por ejemplo, Paraguay una excepción en este continente. Pero Taiwán siguió progresando, dejó de ser una isla poblada por pescadores y agricultores (arroz y azúcar) y se ha convertido en una potencia industrial de tecnología avanzada. El 85% de los microchips que se utilizan en el mundo, se producen allí, además de muchos elementos electrónicos, acero, combustibles refinados, textiles, productos químicos, medicinales, maquinaria, armamento, alimentos procesados, etc. Si bien su superficie es pequeña (35.980 km2, similar en tamaño a Holanda) tiene una población de 23,5 millones. Educada, con una amplia clase media y una democracia que funciona. Es un bocado apetitoso.

El desafío para China es seducirlos para que se incorporen a la “madre patria”. A los empujones y con amenazas no parece ser el camino adecuado y seguir el ejemplo ruso es peligroso y podría llegar a ser contraproducente para todos.

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