En una semana los argentinos estarán votando por la renovación de la mitad de la Cámara de Diputados, un tercio del Senado y, según las provincias, también por diferentes cargos regionales y hasta un gobernador.
Como suele ocurrir con tantas elecciones, está tiene visos de ser “histórica y decisiva” aunque bien puede terminar en una más entre tantas, sin que nada cambie en lo sustancial.
Según todos los pronósticos, habrá una disminución del oficialismo en ambas cámaras e incluso podría quedar en clara minoría. Esto convertiría un gobierno hoy ya visto como débil, en uno mucho más débil aún.
Desde esta orilla, puede percibirse una gestión caracterizada por una asombrosa incompetencia.
Quien fuera durante el gobierno de Néstor Kirchner su maquiavélico y astuto operador, hoy al ocupar la presidencia se muestra torpe, vulnerable y sin rumbo. Alberto Fernández ostenta el cargo, pero no parece ejercer la función de gobernar.
Lo curioso es que muchas de sus más gruesas torpezas, en Uruguay fueron celebradas por el Frente Amplio.
La política de cierre total y cuarentena casi absoluta y muy prolongada, fue considerada acertada por la oposición uruguaya que reclamaba hacer algo similar acá. Sin embargo esas medidas perjudicaron notoriamente la ya afectada economía argentina y para que se cumplieran fue necesario aplicar un riguroso control policíaco que acá no se hubiera tolerado. Para colmo no dieron resultado alguno.
Sin embargo, durante mucho tiempo el Frente insistió en que esa debió ser la política a aplicar por el gobierno uruguayo y contrastó su admiración hacia Alberto Fernández con su desprecio hacia Lacalle Pou.
El gobierno argentino además anunció tempranamente un acuerdo con Rusia para comprar la vacuna Sputnik. Se sabía muy poco de esa vacuna y menos aún de la capacidad rusa para producirla y eso generó desconfianza en Argentina.
Acá la oposición cuestionó al gobierno por sus lentos reflejos para adquirir vacunas y se preguntó por qué no se siguió el ejemplo de los vecinos con la Sputnik. La realidad una vez más los desmintió. Los lentos reflejos locales en realidad expresaban una muy cuidada negociación que permitió que recién cuando todo fue acordado, el gobierno uruguayo anunció paso a paso lo que ocurriría y eso se cumplió a rajatabla. En Argentina, las vacunas rusas llegaron en cantidades insuficientes, en tiempos espaciados y casi ninguna de las necesarias para la segunda dosis. Argentina debió recurrir a otras vacunas para poder avanzar, con atrasos y dificultades, en su campaña que aún no se completó ni se habla de una tercera dosis.
El escándalo de la vacunación VIP y la inmensa desprolijidad en la logística usada para la campaña de vacunación, agravaron la situación. Además, en algunas municipalidades se hizo un grotesco uso clientelístico del proceso en manos de militantes de la Cámpora que usurparon el lugar de las legítimas autoridades sanitarias para vacunar.
Lo demás es sabido. Cierre de exportaciones de carne con la intención de equilibrar precios para el consumo interno, pero cerrándose a la posibilidad de ingresar divisas en un momento en que desesperadamente se necesitan. Desavenencias entre el presidente y la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Frívola manera de enfrentar un grupo que se proclama mapuche y actúa con alarmante lógica terrorista.
Luego vino lo posterior a las elecciones primarias de setiembre: la total desarticulación de la ya escasa articulación que tenía el gobierno, una perversa carta de la vicepresidenta humillando al presidente y dándole órdenes, la escandalosa y rampante demagogia para comprar votos, largando “platita” en forma de electrodomésticos, bicicletas y planes asistenciales. Una política exterior sin ton ni son, carente de seriedad y claramente inclinada a las dictaduras de la región.
En este contexto, fue razonable que ocurriera el traspié de las elecciones primarias y es posible que la elección definitiva del domingo que viene termine en un resultado similar.
Ello dejaría al gobierno sin apoyo parlamentario y sería un duro sacudón. A estar por lo que se ha hecho tras la derrota de las primarias, es difícil apostar a que sobrevendrá una dosis de sentido común, ganen o pierdan.
Será un duro golpe al peronismo, pero como este forma parte casi indisoluble del entramado cultural y social de Argentina, sería erróneo darlo por liquidado.
Lo deseable en cambio, sería que se anuncie el fin de algo que ha sido tremendamente destructivo: el kirchnerismo. No es fácil apostar a que ello ocurra, pero son muchos quienes lo desean. El magnetismo manipulador de su líder le ha hecho un tremendo daño a Argentina y contaminó sus relaciones con casi todos sus vecinos, a quienes tanto ella como antes su marido trataron con desdén desde una presumida superioridad.
Eso llevó a que Argentina sea hoy un país aislado y encerrado en sus dramas. Las elecciones no cambiarán mucha cosa, pero quizás sean el primer paso para terminar con esa trampa enfermiza en que cayó el país.