Con cimiento en la libertad Uruguay logró mantener funcionando su economía velando por la salud de su gente, logró evitar con creatividad y esfuerzo la destrucción de su entramado económico, cuidando al pequeño y al grande, a las personas y a las empresas, pero por sobre todas las cosas, encontró un camino -que aún andamos- de transitar por esta coyuntura con la presencia del Estado donde hizo falta, pero sin aumentar el poder de este ni su incidencia sobre la vida de los individuos.
Uruguay no imitó modelos, sobre la base de su tradición histórica de profunda raíz occidental, respetó los derechos de sus habitantes, garantizando en todo momento la libertad, y abriéndose su propio camino. El GACH nos habla mucho de esta impronta oriental. Fuimos de los pocos países que conformaron un grupo científico e independiente de asesores para asistir a la emergencia.
Pero además del cuidado de las libertades Uruguay no perdió de vista el futuro, y en este sentido, mientras muchos países aumentaron el gasto en forma inusitada, aquí se hizo lo necesario con preocupación en la mesura, manteniendo en lo posible los compromisos de ahorro. La urgencia del COVID 19 fue atendida con responsabilidad y sin pánico. Lo que nos dejó parados, como vemos en estos días en que la recuperación ya comienza a notarse, en una excelente posición para avanzar hacia el mañana.
Este optimismo en el futuro nos plantea también la necesidad de encarar determinados desafíos. Pensando en preferencias y renuncias como hablaba Mises. El país necesita superar el freno del corporativismo, y hablo del corporativismo en general, es decir en el más amplio espectro donde podamos toparnos con él. Es urgente que ante la agenda necesaria, el cristal con que se miren los temas sea otro, es imperativo dejar de lado la ideología de cara al desarrollo. Durante los años 2018 y 2019 hablábamos mucho de la necesidad de tender puentes dentro de nuestra sociedad. Mucho se ha avanzado en ese sentido, esos puentes nos hicieron fuertes en la emergencia, pero mucho queda por hacer, y esos puentes tienen que ser cada vez más firmes. Es una obligación de todos los orientales poner el hombro para esto, y apuntalar el mañana. El país necesita pisar firme en el porvenir, y tiene que hacerlo con un convencimiento colectivo sobre la necesidad de que todos nos comprometamos en algunos temas, a fondo y con consenso. Como hemos visto en los últimos tiempos Uruguay debe renunciar a lo que lo acota y empequeñece, y debe preferir la apertura. Encontraremos caminos innovadores, pero tenemos que ser conscientes que el mundo es ilimitado en desafíos y oportunidades, pero también es duro. Y que no podemos saltar de la comarca al mundo con el sentimiento naif de que nos irá bien solo porque somos lo que somos.
La garra charrúa es un mito inexistente, lo que es verdadero y tangible es lo que resulta del trabajo arduo, del estudio, de la preparación, y del ánimo por ser mejores y competir. Ha quedado demostrado que los orientales somos capaces de eso y más. Dentro de unos años uno de nuestros hitos históricos más recordados será la forma en que como sociedad libre enfrentamos la pandemia. No fue un éxito producto del talenteo, fue consecuencia del compromiso y el esfuerzo colectivo de todos. Hoy empresas compatriotas o fundadas por orientales destacan en el ámbito global, y lo hacen en rubros donde hace muy poco nos resultaba impensable imaginar que podríamos hacerlo. Es lo que se viene y ese futuro no puede encararse con los códigos arcaicos del corporativismo y el inmovilismo consecuencia de la falsa sensación de seguridad comarcal.
Por esto, es importante la renuncia al corporativismo, y la preferencia por el futuro y la apertura. Por un mañana donde estas prácticas no tienen lugar simplemente por que la realidad las dejó fuera de concurso. Debemos ser capaces de superarlo, con diálogo, pero también con rebeldía, porque nadie tiene derecho a condenar a una nación a vivir en un esquema obsoleto por nada, y mucho menos por sus intereses particulares.
Debemos actuar con determinación en favor de la libertad individual, y hablando en términos de escuela austríaca deberíamos decir “preferimos la libertad”.
Tanto la crisis sanitaria y sus consecuencias económico sociales, como la negativa incidencia del corporativismo en la vida y futuro de la sociedad, tienen como factor en común un gran riesgo para la libertad individual. Preservar dicha libertad en cualquier contexto debe ser la premisa. La pandemia nos enseñó que bajo la promesa de más certezas, de más salud, de más seguridad física o económica, en muchos lugares se retacearon libertades, y que al final la conclusión fue que no hubo ni certeza, ni salud, ni seguridad, ni libertad. Uruguay fue una excepción donde hubo libertad, y también certezas de las otras. Esto fue así por una firme vocación en ese sentido, pero también porque el país cuenta con instituciones fuertes producto de una histórica construcción colectiva realizada por todos. Construcción cuya mejor obra es nuestro Estado de Derecho.
Hubo un tiempo en que no se lo valoró en su justa medida. Esto quedó atrás, y el Uruguay todo ha sido claro en su preferencia por un modelo de convivencia en el que se da prioridad al Estado de Derecho, donde todos tenemos claro que somos iguales ante la Ley, y que lo que nos debe regir es su imperio. Un país donde hoy prima el sentido de lo posible, una vocación por lo justo, y donde la realidad nacional es la principal materia prima de la cosa pública.
Este modelo de convivencia social de respeto por el imperio de la ley, donde no deben ser tolerados los abusos de derecho ni de personas ni de organizaciones, es nuestra principal carta de presentación frente al mundo. Podemos generar incentivos de todo tipo, pero al final del día, lo que vuelca el fiel de la balanza a nuestro favor, es la certeza de que en Uruguay las reglas son claras y se respetan. Y en un país con reglas claras, donde la libertad es un faro, donde se respeta el derecho de propiedad, donde se cuida de la gente, lo único que hace falta para buscar el desarrollo es la determinación. Debemos continuar con ahínco en la tarea. Mañana será tarde.