Una visita reciente a Buenos Aires recuerda el tiempo cercano, cuando cientos de miles de compatriotas iban al vecino país a hacer compras, en inevitable perjuicio para la empresa y el trabajo nacional, merced a la destrucción de la economía argentina ejecutada por el kirchnerismo. El de Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Axel Kicillof, todos visitantes conspicuos de la “quinta del Pepe” hasta nuestros días. Los precios en general eran la mitad de lo que cosas y servicios valían en nuestro país. Esa realidad ha cambiado hoy y Argentina está caro o muy caro para los uruguayos según la actividad a que se recurra.
La ciudad de Buenos Aires históricamente fue siempre gobernada por partidos liberales -con excepción del tiempo del presidente heterodoxamente “peronista” Carlos S. Menem (1989-1999)- y su presencia de gran ciudad de influencia cultural francesa permanece viva en lo medular de la arquitectura. Es siempre impresionante. Sin embargo lo que para un uruguayo y montevideano cobra vida sorprendente a cada paso es el orden general del abigarrado tráfico. El estado impecable y generalizado de las calles y ¡las veredas!, la falta de pintarrajeadas y de basura, y la prolijidad de las plazas. Lo medular de la limpieza -harto eficiente- se hace de noche para no perjudicar la actividad y la circulación vehicular y ha habido grandes obras concretadas. Por citar una, impulsada cuando el Ing, Mauricio Macri era gobernador, merece cita un largo tú- nel de kilométrica extensión para la entrada y salida de camiones, que sacó a estos vehículos de la circulación por la ciudad.
Como contracara al retorno, los 34 años de intendencias frenteamplistas en Montevideo, bajo la égida de grandes mediocres sin capacidad de realización alguna, se hacen más evidentes. La Ciudad Vieja abandonada y a la que solo por necesidad llega gente de fuera. El Centro sucio, aletargado, y ambos lugares con el mamarracho de las “ciclovías” (que están incluso en la Rambla), nos han dejado sin centro urbano. Con medidas que son además un castigo para todo el comercio zonal perjudicado por la sinrazón de picos de asfalto y corrales. Y, en el corazón ciudadano el palacio de ladrillo, es monumento inconmovible del acomodo. Un comité de base frentista que pagamos todos los contribuyentes, con una emisora de televisión que cuesta siete millones de dólares por año, destinada a convencer a la población su “hábitat” es un Paraíso en la tierra.
Que la gente los vota es cierto. Y, que el cambio electoral es complicado también, en buena medida porque la destrucción de la educación pública, una nutrida presencia de “periodismo” militante en los medios de comunicación, el desenfreno del sindicalismo rentado y una extendida seudocultura con ritmo de murga son realidad, cimiento del entumecimiento mental.
Y es de alquilar balcones el baño de campo y tradición criolla que viene viviendo el dúo Orsi y Cosse por el interior de un país rural al que desconocen. En la fiesta reciente de la Patria Gaucha en Tacuarembó, el presidente declaró que la celebración “revive al país ganadero del punto de vista cultural”, el que “se ubica al norte del río Negro” (¿será que en el sur del río no se producen vacas? Al tiempo que la vicepresidenta expresó -mientras ingería asado y lentejas- que “¡ojalá!, dentro de unos años las mujeres rurales sepan manejar drones”. Tiene en verdad razón. Al fin y al cabo ¿acaso las mujeres urbanas no manejan drones a cada rato?