Trampa populista

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El próximo domingo Uruguay enfrenta una prueba de fuego. En un mundo donde la desconfianza en el sistema político y en los gobiernos democráticamente electos parece haberse vuelto endémica, nuestro país tendrá la oportunidad de volver a destacarse en el mundo, de erigirse como un faro de robustez institucional y demostrar la responsabilidad cívica de su gente.

A diferencia de lo sucedido en muchos países, la solidez de nuestros partidos políticos ha contenido, hasta ahora, el avance insidioso del populismo; pero la amenaza existe, ahora dispuesta a colarse por fisuras fuera del sistema. La central sindical supo manejar con destreza el recurso del plebiscito, apuntando a modificar cuestiones jubilatorias; una maniobra que, en otras latitudes, sería impensable, tanto como lo sería alterar el régimen tributario por esta vía. Por obvias razones.

El plebiscito impulsado por el Pit-Cnt, que pretende introducir en la Constitución cambios tan insensatos como seductores con la promesa utópica de mejorar el sistema previsional, posee todos los ingredientes de una receta populista. Es un espejismo que ofrece respuestas fáciles a problemas complejos. Un engaño que susurra al oído aquello que todos anhelan escuchar.

Desde que comenzó la recolección de firmas el año pasado, desde distintos medios, instamos a no firmar por la propuesta y presentamos argumentos para mostrar la gravedad del asunto. Pero no tuvimos éxito y se alcanzaron las firmas para que en 7 días tengamos plebiscito.

La iniciativa promete aumentar las jubilaciones y pensiones más bajas, apelando a la angustia de quienes apenas pueden subsistir y a la solidaridad del resto, con el reaseguro de que ninguna pasividad se va a reducir. Al mismo tiempo, plantea bajar la edad de retiro, argumentando que el peso de sostener el sistema no debe recaer sobre los hombros de los trabajadores. Y, como remate, propone eliminar a las AFAP porque lucran con los ahorros de los trabajadores y les pagan muy poco a los jubilados.

Esta propuesta -escrita en la papeleta blanca del SÍ- promete la ilusión de que todos vamos a estar mejor. La realidad es todo lo contrario.

Si supera el umbral del 50% de los votos, Uruguay habrá dilapidado su mayor activo, su carta de presentación ante el mundo: ser un país serio y creíble. Las consecuencias de esto son tan negativas como las que sufriría cualquier comerciante que ve que el producto que vende, de golpe, pasa a valer muchísimo menos en el mercado.

Si se aprueba el plebiscito, el lunes 28 nos despertaremos mucho más parecidos a la peor versión de Argentina. Las consecuencias nefastas del kirchnerismo deberían estar presentes. Parte de lo que se propone lo hizo Cristina Fernández en 2008 cuando eliminó el sistema de ahorro privado y confiscó los fondos jubilatorios. La reacción fue devastadora: la confianza internacional en Argentina se desplomó y los más perjudicados fueron trabajadores y jubilados argentinos, que hoy se encuentran atrapados en un sistema que ocupa el último puesto del Índice Global de Pensiones. Un reconocido índice liderado por Países Bajos, donde Uruguay, hasta ahora, ocupa la posición 15.

Si se aprueba el plebiscito, los costos fiscales serían gigantescos, por la suba de los pensiones y jubilaciones más bajas y más aún por la reducción de la edad de retiro. A esta carga se le sumarían las demandas judiciales contra el Estado -que podrían alcanzar los USD 23.000 millones- por la confiscación de los ahorros administrados por las AFAP y otros juicios que podrían hacer las AFAP por no respetar acuerdos vigentes.

Para afrontar estos enormes costos, los impulsores proponen aumentar la carga impositiva en las personas de mayores ingresos, subir el impuesto al patrimonio y eliminar las exoneraciones fiscales a las empresas. Lo que no mencionan es que este paquete de medidas asestaría un golpe severo a la inversión y al crecimiento económico.

Los cambios propuestos, contrario a la intención de sus impulsores, son también malos desde la perspectiva de la distribución del ingreso. Tienen consecuencias que no solo determinan que terminarán aportando proporcionalmente más aquellos que menos tienen, sino que también serán los que menos reciban a la hora de jubilarse.

Mientras nos acercamos al día de la votación, resuenan en mi mente las palabras de la ex primera ministra de Eslovaquia, Iveta Radicová. La escuché la semana pasada en Praga, durante la 28ª edición del Forum 2000: un encuentro creado por el primer presidente de la República Checa, Václav Havel, donde se respira a fondo su legado prodemocracia. Ante defensores de la libertad de más de 100 países, enfatizó que hoy no se ofrecen “emociones democráticas” para competir con el populismo, que la gente no está preparada para el “sacrificio democrático” de lidiar con los problemas reales sin engaños de soluciones mágicas.

Sería una gran noticia que la papeleta blanca tenga baja votación y que el mundo se entere que los ciudadanos en Uruguay saben poner freno al populismo, por más que busque colarse por fuera del sistema político.

Kafka decía que “el verdadero camino pasa por una cuerda que no está extendida en lo alto sino apenas arriba del suelo; y que parece puesta más para hacer tropezar que para que se siga un rumbo.” Ojalá logremos evitar el tropiezo y podamos mirar con optimismo los desafíos que enfrentará el próximo gobierno, para seguir guiando al país por el camino correcto del desarrollo, un camino que no admite atajos engañosos.

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