En 1906 el presidente argentino José Figueroa Alcorta convocó a una Junta de Notables. En ella disertó Estanislao Severo Zeballos, ministro, político, catedrático, legislador, geógrafo y novelista.
De este lado del río lo recordamos con poco cariño. En esa charla desarrolló su tesis sobre los límites del Río de la Plata, la “Doctrina de la Costa Seca”.
¿Qué afirmaba? Que todas las aguas del Río de la Plata eran argentinas. Según él, si uno ingresaba al río en la playa Pocitos estaba entrando en el país vecino. Su fundamento eran antecedentes muy dudosos de la época de la Colonia.
Al poco tiempo Figueroa Alcorta nombró a Estanislao Zeballos como ministro de Relaciones Exteriores y Culto. No es difícil imaginar lo duro que debió ser llevar adelante las relaciones entre los países en el comienzo del siglo pasado.
En Uruguay el presidente Claudio Williman, colorado, designó al joven Jacobo Varela Acevedo como ministro de Relaciones Exteriores y a Gabriel Terra en Industria y Trabajo.
Ese gobierno oriental aprobó en 1907 un decreto por el que permitía la pesca de arrastre hasta la mitad del Río de la Plata lo que provocó la reacción porteña.
Aceptar jurisdicción uruguaya hasta la mitad del Río de la Plata contradecía la teoría de la costa seca del ministro argentino. Para peor una semana más tarde naufragó un buque frente a Colonia y militares argentinos intervinieron llevando detenidos a varios orientales y los interrogaron.
Williman deroga el decreto. Una marcha atrás que provocó que el ministro de Industria Gabriel Terra renunciara.
Eran de larga data las discusiones y enfrentamientos entre ambos países. El más recordado y conocido era sobre la Isla Martín García.
En 1852 el gobierno uruguayo ordena a Timoteo Domínguez, un militar al mando de la Isla, entregarla al gobierno argentino. La bandera oriental flameaba en lo alto del mástil.
En lugar de arriarla, Domínguez -que era ahijado de doña Bernardina Fragoso, esposa de Fructuoso Rivera- cortó el mástil y pronunció palabras que quedaron para la historia: “la bandera oriental ni se arría ni se entrega”. Marchó a su patria con el mástil al hombro y la bandera izada.
Las desavenencias siguieron por muchos años. De las más graves fueron las diferencias entre los presidentes Luis Batlle Berres y Juan Domingo Perón, que terminaron incluso en el cierre de fronteras.
Para recordar otros hechos tan duros hay que remontarse al conflicto entre los gobiernos de Taba- ré Vázquez y Néstor Kirchner por Botnia.
El primero reconoció que evaluó pedir ayuda a los Estados Unidos por temor a una acción militar de un gobierno que era de su mismo signo ideológico.
Muchos años antes uruguayos y argentinos solucionamos nuestros problemas limítrofes. Eso fue en 1973 cuando se firmó el Tratado de Límites del Río de la Plata del que esta semana se cumplieron cincuenta años. La firma fue en Montevideo entre los presidentes Juan Domingo Perón y Juan María Bordaberry.
Para ello fue fundamental el trabajo que hicieron los especialistas y técnicos Dr. Edison González Lapeyre y C/F Yamandú Flangini.
Dos de las personas con mayores conocimientos del tema que hicieron primar el interés del país antes que las consignas.
Se llegó a una solución ingeniosa en los límites y la navegación, zonas de pesca común, la Comisión bilateral y un status especial para la Isla Martín García sometida a jurisdicción argentina pero limitando lo que se puede hacer en ella.
Además se reconoció que el entonces islote Timoteo Domínguez era de jurisdicción exclusiva uruguaya.
El ahijado de doña Bernardina debe estar contento puesto que por el aluvión de tierras que traen los ríos hoy Timoteo Domínguez es más grande que Martín García. Único límite terrestre, además, entre los dos países del plata.
Lo que vino después fue aún mejor.
Los presidentes al firmar el Tratado anunciaron que se construiría la represa de Salto Grande, lo que comenzó al año siguiente y hoy es la base de nuestra generación eléctrica. Se aceleró la construcción, comenzada el año anterior, de los puentes Paysandú-Colón y Fray Bentos-Puerto Unzué. Fueron inaugurados en 1975 y 1976.
Todas obras binacionales que mostraron un espíritu de integración y mejora como pocas veces tuvimos las dos naciones del Plata.
Mucho se habla de la necesidad de buenas relaciones personales entre los presidentes. Ello ayuda pero no es suficiente.
También se menciona la importancia de que los gobiernos sean del mismo signo ideológico. Esto es una falacia. El Frente Amplio y el kirchnerismo son aliados y comulgan la misma visión ideológica. Sin embargo nunca estuvieron peor las relaciones que cuando Vázquez y Kirchner eran presidentes.
La conclusión, a cincuenta años del Tratado de Límites del Río de la Plata y obras trascendentales como la Represa de Salto Grande y los puentes sobre el río Uruguay, es que lo importante es el interés nacional.
No la consigna de que Martín García es argentina. Ni que Timoteo Domínguez es uruguaya y más grande.
Que lo es.