Las elecciones. Ejercicio obligado. Para aprender (sobre todo de la derrota), pero también para ubicarse, en el presente y sobre todo, en el futuro.
Estas elecciones, ofrecen un interés adicional: fueron algo raras. Difíciles de interpretar.
TALANTE.
Empecemos por el marco general, por el talante de los votantes.
Las generalizaciones son riesgosas, pero creo que se puede afirmar que la gente no sintió que fueran unas elecciones cruciales, en el sentido de que la realidad del país reclamara medidas heroicas. Hay elecciones que ocurren en momentos que exigen cambios (2005, incluso 2019) y otras que no (2010, 2014). Esta fue un poco rara: se habló de cambio, pero de un lado, cambio dentro de la continuidad y del otro, cambio “tranquilo”.
FACTORES QUE INCIDIERON
Generalmente arrancamos por los económicos.
Aquí también se dio algo un poco raro: es premisa aceptada que los únicos factores económicos que “pegan” electoralmente son la inflación y el empleo. Lo demás, déficit fiscal, endeudamiento… etc., no afectan.
Pues en este caso la regla falló. Ambos datos eran buenos y, sin embargo, el candidato del gobierno perdió.
¿Por qué? Hay varias explicaciones plausibles.
1. Si bien inflación y empleo tenían números positivos, la economía en su conjunto muestra un desempeño magro, poco entusiasmante. Es la tesis de Javier de Haedo: el escaso crecimiento no entusiasmó al votante.
Probablemente encaja también la pregunta de por qué una alta aprobación de la gestión Lacalle Pou no parece haber derramado. Quizás era aprobación, pero sin mucho entusiasmo.
Es posible que, a lo anterior, se puedan sumar otros factores económicos referidos sobre todo al interior: la seca, el impacto de la Argentina sobre el litoral y el atraso cambiario.
2. A mi juicio juega aquí, y con mucha fuerza, otro factor: el relato. Una vez más la izquierda consiguió imponer un relato de la realidad: “El gobierno fracasó”, “país estancado”, “se cae en pedazos”, etc. Ni los argumentos de los candidatos coalicionistas, ni evidencias como la descomunal obra pública desplegada, hicieron mella al relato.
Nótese que el relato no se limitó a lo económico, también cubrió el tema social, consagrando “la falta de empatía y solidaridad” de un gobierno que notoriamente dobló el lomo en esa materia.
3. En el campo de los factores puntuales, es posible que hayan jugado negativamente las acusaciones de corrupción y el fenómeno de la inseguridad, pero me parece que con relativa intensidad: el primero no rozaba al candidato, y el segundo, si bien gravitante en el espectro de interés de la ciudadanía, no es un tema en el que el Frente pudiera sacar mucho pecho.
4. Queda un último factor que puede haber jugado y por tanto debe analizarse: la postura ideológica del gobierno. Pasado el episodio de “la libertad responsable”, que fue un golazo del presidente, este asumió una postura y un discurso poco liberal. Pasó al “Estado presente”. En suma, una ubicación ideológica sin diferencias muy nítidas con la del FA. Para algunos esto le habría quitado fuerza a Delgado.
Puede discutirse que una prédica liberal más neta podría haber encauzado la campaña electoral de otra manera y llevado a mucha gente a ajustar el foco. Es plausible. No se puede probar.
Volvemos al principio: el talante del país fue de bajo voltaje, ideológico e idealístico y de bajo entusiasmo por cambios y reformas. En ese medio campo, cómo fueron vistos,
LOS PARTIDOS Y LOS CANDIDATOS
Entramos en un terreno más especulativo, aunque a esta altura, el altísimo piso electoral del FA es un hecho. Hay allí un sentido cultural, con ingredientes igualitarios y batllistas y una fuerte autopercepción de empatía y solidaridad, que los demás partidos no consiguen alcanzar, por más que hagan tantos o más esfuerzos que el Frente. Juega muy fuerte en ese imaginario la figura de Mujica, cosa que el FA demostró tener muy claro cuando lo sacó a la cancha al ver que la mano venía peleada.
Esa imagen “tranquila” cobra particular fuerza cuando la percepción de la realidad es de bajo temor, cuando no se ve necesario el recurrir a dirigentes con temple para atacar problemas.
Eso explica también el grado de aceptación que tuvo Orsi, a quien no le hizo mella ni su actuación poco estelar, ni la campaña negativa en su contra. A los ojos de la mayoría, prevaleció una identificación con el uruguayo medio, sencillo, simpático… seguro.
Por ahí va también, el fenómeno más difícil de explicar: por qué hubo gente que, habiendo votado por la coalición en octubre, prefirió a Orsi en noviembre. Si la realidad percibida es de que cuenta más distribuir que producir (dicho sintéticamente), Orsi aparece con mejor perfil.
Salvo en momentos críticos, el uruguayo no se inclina ya por elegir a sus “mejores”, sino a sus iguales.
Cuáles son los activos electorales fuertes del FA:
- ¿Sus liderazgos? Sí en cuanto a Mujica, pero no mucho más.
- ¿Su ideología? La exhibió muy poco. A penas los socialistas, ni siquiera el P.C.
- ¿Su militancia? Si, pero no creo que haya aumentado en relación al pasado, a excepción de algunos departamentos del Interior.
- ¿Su cultura? Sin duda. Un mix de igualitarismo, autopercepción de solidaridad, estatismo algo benévolo, añoranzas maracanescas y una visión de la realidad a la que se arregla con voluntarismo.
Por su parte, la coalición quiso armar el debate sobre varios argumentos:
- El recuerdo de pasados errores frentistas
- Críticas al FA
- La superación de crisis (pandemia, sequia)
- Realizaciones concretas
- Propuestas micro
Pocas ideas fuerza, ideales, ilusiones. En una campaña de medio campo, no captó.
Hay más para elucubrar, pero creo que con esto da para hacer una reflexión necesaria. No solo electoral, primordialmente política. En el pleno sentido del término.