Tres Arboles

Compartir esta noticia

Es, sin dudas, la batalla de Tres Arboles, gloria del 97, el inicio de aquel enorme esfuerzo del Partido Nacional en favor de las libertades públicas y conquista de derechos civiles trascendentes, de los que hoy gozamos y nos jactamos todos los uruguayos, sin diferencia de credos ni colores políticos.

El 5 de marzo de 1897, Aparicio Saravia pisará tierra oriental, cerca de Carpintería viniendo desde la frontera con Brasil. Ese mismo día, en el Sauce, ingresarán los "22 de Lamas" comandados por Diego Lamas, que se han desencontrado antes del cruce con las fuerzas de José Núñez, allá en Punta Lara, y a raíz de la demora producida, no se encuentran tampoco con quienes debían esperarlos, los que han partido de la orilla dado que la expedición no daba señales de vida.

Aquellos "22" emprendieron igual la marcha. Porque había que ubicar a las fuerzas de Aparicio. Entre ellos, el joven Luis Alberto de Herrera. Pronto engrosarán sus filas las fuerzas del coronel José F. González y las del coronel Cicerón Marín. A la semana, se encontrarán con José Núñez y sus hombres, sus armas, sus municiones. Ahora sí, es un ejército que va tras las huestes de Aparicio Saravia, según eran las instrucciones del Comité de Guerra asentado en Buenos Aires.

Los jefes gubernistas conocen una aparente debilidad de estos dos grandes grupos aún separados, sin coincidir en el terreno. Piensan que no podrán resistir el embate de los cuerpos de línea. Por ello no tienen urgencia por cerrar la "ratonera". Haciendo alarde de desdén, pierden la oportunidad de asestar un golpe decisivo a las aún separadas fuerzas revolucionarias. Y cuando resuelven atacar, en los hechos quedará demostrado este error, especialmente del General de Brigada don José M. Villar.

Amaneciendo, el 17 de marzo de 1897 es un día gris muy nublado. Durante ocho horas, en el Paso de Tres Arboles, se enfrentan en combate muy duro y sangriento, esas fuerzas gubernistas con las comandadas por Diego Lamas. El fulgor de los primeros fogonazos ha partido desde las líneas de Villar y entre la bruma se divisa una golilla colorada. Valentín Galain y los suyos, desde la barranca del Tres Arboles, se oponen a la energía de los atacantes. Y mientras estos valientes revolucionarios van ofrendando sus preciosas vidas, desde la comandancia gubernista van comprobando su impotencia para doblegar la cerrada defensa.

Aunque el ejército del régimen tenía gran superioridad en armas y municiones, a las dos de la tarde se retiraba del campo de batalla en derrota, dejando a los revolucionarios dueños de la situación.

La infantería nacionalista a las órdenes de José Núñez, bravo y decisivo jefe, y los distintos escuadrones, los de San José al mando de Cicerón Marín y Ramón Batista, los de Porongos con José F. González y Cayetano Gutiérrez a su frente, los de Soriano comandados por Juan José Díaz de Oliveira, la urbana de Trinidad encabezada por Francisco Solano Alvarez y otros valientes oficiales se han cubierto de gloria, plantando el mojón inicial de una Revolución que ha hecho historia cierta en la vida de la República.

Al otro día, Diego Lamas, el gran Jefe vencedor, dictará desde Salsipuedes, una orden general en la que, entre otros párrafos, destacará su felicitación a todos por el triunfo, citando nombres de los bravos jefes de División que hemos señalado "y muy especialmente al del señor José Núñez que al frente de su denodada infantería, fue de los primeros en acudir al fuego, constituyéndose en factor capital de la victoria..."

La Revolución, que desde antes de su inicio era la esperanza nacional, con la acción de Tres Arboles, al precio de vidas generosamente ofrecidas, al decir de Lamas, "cambió el curso de la historia uruguaya". Es que había triunfado la causa de las libertades públicas y los derechos ciudadanos.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar